Monday, May 15, 2006

Un Puño al Aire no Hace Primavera

En el barrio siempre fuimos los más pequeños, al que los otros abusaban y menospreciaban. Hasta que un día nos dimos cuenta que uno que otro golpe de astucia también podíamos propiciar. Al abusivo del barrio, al más grandote, lo agarramos a la salida del colegio desprevenido y le metimos una pequeña zancadilla. No se la esperaba ya que, después de todo, era nuestro amigo, y aunque cayó de cara y salió con el ojo en tinta, humillado en frente de todos y ensuciado en el suelo, aceptó que se había aprovechado de nosotros, y aún arriesgando su reputación, decidió inmediatamente dar la otra mejilla. De manera similar, al nacionalizar nuestros recursos naturales, negociar un mejor precio y demostrar que somos un pueblo que aunque pobre, sabemos hacer respetar nuestra dignidad, el Presidente Morales ha puesto a Bolivia en el mapa, y sus valientes posturas han logrado importantes reivindicaciones históricas y económicas. Ahora ya no nos miran como al flaquito del barrio, y ahora nos tienen que escuchar.

Es así que el mundo mira anonadado como, con el puño agitando al viento, sobre la zancadilla queremos echar sal en la herida, acusando a nuestros “amigos” de contrabandistas, conspiradores, colonizadores y de atentar contra nuestra patria mediante actos inconstitucionales que violan nuestra soberanía y legalidad. Pero, siendo que la primera batalla es nuestra, los compañeros agachan la cabeza, como reconociendo que durante demasiado tiempo se han dado demasiadas libertades con el más pequeño del barrio, y ahora se la tienen que aguantar. Sin embargo, los amigos cambian, el tiempo pasa, y la empatía y solidaridad ideológica que hoy manifiestan no debería ser tomada como garantía que todas nuestras justas reivindicaciones e imposiciones han de ser aceptadas más adelante con igual recato e hidalguía.

Bolivia está en su derecho de rescatar al “Imperio del Estado”, utilizando un recurso tan preciado como el gas para brindar magistrales estocadas. La vida, sin embargo, es sumamente fluida, y de aquí a unos pocos años, cada vecino modificará su estrategia comercial y energética en función a los antecedentes que hoy, sopapo a sopapo, estamos sentando. La moneda de la supremacía sobre el gas, que hoy ejercen Venezuela y Bolivia, puede devaluarse más rápido de lo que nos imaginamos, si no la respaldamos con la moneda que representa las condiciones para la inversión privada, que dependerán de nuestra seriedad respecto a la seguridad jurídica que podamos en el futuro inmediato institucionalizar. En este sentido, ahora viene el segundo capítulo, la Asamblea Constituyente, instancia en la cual debemos definir cuál - ante el Imperio del Estado – será el Imperio de la Ley. Si se nos sube la ideología a la cabeza, y creemos que con una pateadura hemos resuelto y definido nuestro proyecto nacional, corremos el riesgo que nuestros vecinos modifiquen y adapten sus estrategias de desarrollo, y ese día quedar como el excéntrico del barrio, que vive de memorias de colegio cuando se hizo respetar con el grandulón.

El día de mañana, cuando nos graduemos y estemos todos un poco más grandecitos, espero que no seamos el compañero que solo lo buscan los demás cuando realmente de él algo necesitan. Si creemos que ya hemos triunfado y eliminado la pobreza e injusticia porque nadie hace frente a nuestras beligerancias e imposiciones coyunturales, y creemos que porque ahora nos miran con la admiración que despierta en colegio aquel que un día propició al más abusivo una buena zancadilla, nos hemos graduado como un mercado viable, estamos siendo unos inocentes colegiales. A nuestra astucia ahora hay que respaldarla con madurez y grandeza, porque si creemos que metiendo traspiés bajo la sombra que nos brinda el “Imperio del Estado”, y con ser los por el momento los más “populares” de la cuadra, es suficiente para atraer inversiones y desarrollar nuestra nación, cuidado el día de mañana acabemos como ese compañero que todos miran con sospecha, aquel en quien nadie realmente confía, y con quien nadie quiere realmente trabajar.

Flavio R. Machicado Teran

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