Monday, November 10, 2008

El colchón se desinfla



La típica respuesta de la gente del gobierno cuando les preguntan si la crisis financiera internacional nos va a afectar, es que no porque felizmente no somos una economía muy abierta y por otro lado tenemos una gran cantidad de Reservas Internacionales, más de USD 7.000 millones.

Primeramente si bien es cierto que somos una economía no integrada a las finanzas internacionales y por eso no corremos riesgo de contagio financiero, por otro lado somos una economía aislada cada vez más del mundo real y eso si es grave porque para el tamaño de nuestra economía eso es un suicidio.

El sábado pasado salio una publicación en La Razón dando cuenta de la caída de las Reservas Internacionales. Efectivamente desde fines de septiembre éstas han caído en USD 273.1 millones, de USD 7.810,7 millones a USD 7.537,2 millones como se puede ver en el gráfico de las RIN que también sale publicado en el periódico.

Pero eso no es todo, si observamos los movimientos del Bolsín (ver grafico de movimientos del Bolsin), vemos que después de haber tenido meses sin que se hayan vendido nada de dólares en septiembre y octubre las ventas de dólares llegaron casi hasta USD 80 millones, para luego estabilizarse a fines de octubre.

Esto es señal de dos cosas. Primero que efectivamente hay una mayor demanda de dólares producto de que los países vecinos han estado depreciando fuertemente sus monedas y esto ha llevado a muchos, seguramente comerciantes, a hacer arbitraje de monedas con los países vecinos. Segundo, hay fuertes indicios de falta de liquidez en el sistema.

En efecto, hoy sale en La Razón también un artículo donde se menciona que la tasa de referencia (TRE) del Banco Central se ha incrementado. Si esto ha sucedido es claramente porque existe una escasez de liquidez en el mercado, pues de lo contrario mas bien la tendencia debería ser a la baja de la TRE. Me dieron el dato que no están habiendo adjudicaciones de LTs y BTs (Letras y Bonos). La semana pasada a lo mucho se han adjudicado LTs en moneda extranjera por el monto de USD 1 millón, cuando lo normal en la gestión 2007-Primer semestre de 2008 siempre fueron de USD 30 millones semanales.

En conclusión mientras el gobierno se sigue preocupando por la politiDEA, el colchoncito ya se ha empezado a desinflar y no me extrañaría que además descubramos que esta pinchado. En resumen la economía comenzó a caerse.

Velo al Ignorante

La ignorancia - por lo general - es atrevida. La justicia social no podría tener mejor aliado. Cuando la sociedad decide empezar de foja cero, mediante un nuevo contrato social que enmiende los abusos del pasado, la ignorancia es una herramienta sumamente útil. Cuando un nuevo amanecer destella rayos de esperanza, una manera de construir un orden equitativo es colocar a los legisladores detrás del “velo de la ignorancia, una herramienta conceptual que utiliza John Rawls en su teoría de la justicia. Lo que el legislador debe ignorar - si pretende ser justo - es si el nuevo contrato social ha de beneficiar desproporcionalmente a los suyos. El arte de momentáneamente abandonar la investidura de la identidad, en nombre de la justicia, es una ignorancia que únicamente pueden asumir aquellos que realmente creen en la igualdad.

En su teoría de la justicia, Rawls asume que el poderoso siempre intenta someter al más débil. Esa inclinación natural del ser humano queda claramente enmarcada en los comentarios del presidente del Comité Cívico Popular, Édgar Mora, cuando le confiesa al periodista John Arandia de la red Uno que, en su forma de pensar, “la mayoría manda, la minoría acata”. En el espiral de violencia que consume al ser humano desde épocas remotas, la tortilla del poder se ha dado la vuelta varias veces. Seguir subordinando a la sociedad a los permanentes ciclos de enfrentamiento, es obligar a toda la población aprender - sobre todas las cosas - sacudir el yugo del más fuerte, en lugar de prepararse para contribuir a un bien mayor. Cuando los poderosos legislan para favorecer a los suyos, es inevitable subyugar a la sociedad a los ciclos que encadenan, en turnos sucesivos.

Los ciclos son inevitables. El ciclo más largo en Bolivia es también el más violento, y ha durado más de quinientos años. Los más fuertes sometieron a los demás, utilizando la etnia como su herramienta favorita. Se supone hemos roto las cadenas del racismo. Otros ciclos son mucho más cortos. El ciclo en Estados Unidos de un libre mercado desenfrenado, con mínima regulación por parte de Estado – que empezó con Ronald Reagan en 1980 – llega también a su fin con la elección de Barack Obama. Los ciclos económicos típicos del capitalismo, una montaña rusa de burbujas de crecimiento especulativo, seguido de una caída al abismo financiero, vuelcan el estómago del más arriesgado. El planeta entero ahora debe corregir y superar el detestable ciclo de la recesión. Los ciclos sociales y económicos, sin embargo, son muy diferentes. Contrastarlos tal vez ayude iluminar la rocosa pendiente que pretende trepar la sociedad boliviana.

El mandato de un contrato social es crear un terreno equitativo para los actores económicos, políticos y sociales. En la medida que las reglas de juego son justas, la sociedad desarrolla un espíritu de tolerancia, que permite encontrar en la diversidad una fuente de riqueza, en lugar de una razón para discriminar. En contraste a un mandato constitucional que obliga la igualdad ante la ley y garantiza igualdad de oportunidades, las medidas fiscales y monetarias son herramientas que utiliza el gobierno para contrarrestar fuerzas inflacionarias, superar recesiones económicas, y promover empleo. Las primeras son inamovibles y crean condiciones para mayor justicia; las segundas son discrecionales y fomentan condiciones para mayor desarrollo, corrigen deficiencias propias del mercado y ayudan a mejor redistribuir la riqueza. Normas que ayuden a poner fin a los ciclos del sometimiento e injusticia pueden ser eternamente enmarcadas en un contrato social. Pretender ponerle un fin “por decreto” a los ciclos económicos que periódicamente azotan al mercado, es manifestar de todas las posibles ignorancias, la que más daño nos hace.

El velo de la ignorancia ayuda a escapar del instinto primitivo de someter al más débil, porque obliga al individuo a definir aquello que es justo en términos universales. Es decir, detrás del velo de la ignorancia el individuo no sabe si ha de nacer varón o hembra, si ha de ostentar mayoría en el congreso, si su etnia es la dominante, o cual será su condición social. Esta ignorancia es buena, porque si el individuo no sabe a cual grupo ha de pertenecer, entonces no puede favorecer a un grupo en particular. Al ignorar el legislador si será rico o pobre, ateo o beato, hombre o mujer, la norma no incorpora en su espíritu el instinto natural de favorecer a los que hacen norma. Un contrato social que es suscrito bajo la premisa del velo de la ignorancia, garantiza que las normas constitucionales sean elaboradas sin los prejuicios que nacen de ejercer el poder en beneficio de aquellos que momentáneamente ejercen mayor fuerza.

El hijo de Mora tal vez demore su voluntad de -cuando sea grande -ser quien quiere ser, incluyendo un poeta o empresario. Su libertad de elegir entre las miles de diferentes actividades humanas forma parte de las libertades que hacen de la diversidad una herramienta útil para la sociedad. No tendría ningún sentido legislar que todos debamos elegir entre ser agricultor con menos de 10 mil hectáreas, profesor, médico o burócrata. Detrás del velo de la ignorancia, el legislador tampoco sabe si nacerá con el don de la vista, inclinación conservadora, o atraído sexualmente hacia los de su mismo género. Detrás del velo de la ignorancia la justicia requiere proteger los derechos por igual. Aquellos que actúan demasiado conscientes de su identidad, para luego crear normas ofuscadas por sus intereses particulares, pueden robarles a los demás la iniciativa o derechos que le permitan hacer de sus vidas algo diferente, sea dinero o inservible poesía.

En cuanto a las políticas fiscales y monetarias, el gobierno debe tener la flexibilidad de elegir entre un ramillete de posibles medidas que incentiven y regulen la actividad económica. La actividad económica a veces requiere de menores impuestos que incentiven la inversión; otras veces requieren de mayores impuestos que ayuden a reducir el déficit fiscal. Aquel que gobierna debe tener acceso a diferentes instrumentos que permitan regular no solamente la actividad empresarial, sino también los ciclos del mercado que afectan – entre otros – el nivel de empleo. Utilizando políticas fiscales y monetarias, el gobierno puede incentivar la creación de empleo. Lo que no puede hacer es crear empleos por decreto. En una economía normal el nivel de desempleo fluctúa entre un 4- 6%. Lograr “total empleo” es imposible, para empezar porque implicaría que nadie renuncia o jamás cambia de trabajo. El fundamentalismo político, sin embargo, quiere hacernos creer que la pobreza y el desempleo son una aberración.

¿Puede legislarse el empleo y la riqueza? El empleo y la riqueza la crean los individuos, mediante su esfuerzo y sacrificio. El gobierno puede ayudar, mediante políticas que resuelven y se dirigen a problemas coyunturales, propios de la dinámica del mercado. Suponer que es posible – o deseable – establecer pilares estructurales que controlen toda fluctuación del mercado, es levantar castillos de arena cerca al mar. Los mercados están en permanente movimiento. Mientras que construir una represa permite generar electricidad, atajar todo riachuelo es una receta para convertir en desierto lo que antes fue un vergel. Los mercados, al igual que el agua, deben ser libres también de cambiar de curso y dirección, ajustándose al terreno. Pretender controlar la economía es pretender que el agua solo debe fluir hacia la represa del centralismo Estatal. El fundamentalismo económico es la verdadera aberración, y su necesidad de lograr arrodillar el flujo del mercado es un mandato para asfixiarlo.

El “socialismo” de Europa, y la nueva versión de Barack Obama, utilizan políticas fiscales y monetarias para crear riqueza y distribuirla equitativamente. Las políticas fiscales, por ejemplo, se ajustan a la coyuntura. A veces la coyuntura demanda obligar a los más ricos aportar más al desarrollo de la infraestructura necesaria. En el gobierno de Obama, los más ricos aportarán más a la transición hacia una economía ecológica e independencia energética. El invertir en proyectos de infraestructura – neokeynesianismo – ha de crear una demanda agregada, que a su vez creará mayor empleo. Cuando el ciclo de recesión pase, tal vez lo aconsejable sea reducir el gasto público y déficit fiscal. En este sentido, un contrato social que obligue al Estado utilizar únicamente algunas cuantas herramientas de la economía moderna, tan solo limita las opciones disponibles y necesaria adaptabilidad. Es decir, una economía moderna debe tener la flexibilidad de contar entre sus herramientas con martillos, alicates, hachas, bisturís y serruchos. De lo contrario, si triunfa el fundamentalismo intelectual, obligando al gobierno utilizar únicamente martillos, entonces todos los problemas económicos tendrán cara de clavo. Si en otros 50 años el Estado crece desproporcionalmente, creando otros nocivos desequilibrios, la sociedad debe tener la capacidad ajustar sus políticas. Si el nuevo entorno así lo demanda, la sociedad debe tener la libertad de optar por reducir la intervención gubernamental, en nombre de la iniciativa privada. Robar flexibilidad en nombre de un dogma, es fundamentalismo suicida.

Ignorar las diferencias entre ciclos de sometimiento social y ciclos económicos es una receta para la estéril sequia de la lucha de clases. Erradicar por siempre los ciclos de dominación social por parte de los más poderosos es un mandato que puede ser avanzado mediante normas racionales. Los ciclos en la economía deben ser controlados mediante mejores políticas gubernamentales. Para ello se requiere de todo tipo de herramientas, incluyendo la intervención del Estado. Pero intentar obligar por decreto que desaparezca el flujo en el mercado, bajo la ilusión de una “planificación racional”, es pura ignorancia, de las que avanzan el hambre, en lugar de la justicia.

Flavio Machicado Teran

Monday, November 03, 2008

Se acabaron los Mercados

Creo que me soñé porque esto no puede ser cierto pero Venezuela va a comprar toda la oferta exportable de Bolivia a los EEUU. En otras palabras, si el año 2007 el 4.8% de nuestras exportaciones han ido a Venezuela y el 9% a EEUU. Entonces si esta estructura de valor se mantuviese, el próximo año deberíamos exportar a Venezuela 13.8% del total de nuestras exportaciones. Es decir casi vamos a triplicar nuestras exportaciones al país caribeño y todo gracias a un papel (acuerdo) que han firmado los gobiernos de Bolivia y Venezuela.

Que maravilla! A través de un simple acuerdo les han cambiado los patrones de consumo a toda la sociedad de un país, en este caso Venezuela. Viendo en una publicación de UDAPE del 2006, entre los artículos que se verán afectados por la no renovación de preferencias del ATPDEA se tiene por ejemplo:

- Abrigos y pantalones para hombre de algodón con una participación de 33.02% en las exportaciones. Que yo sepa en Venezuela no hace frio como en EEUU, por lo tanto o estos abrigos los van a comprar para regalarlos o los van a usar de cobertores en la playa.

- Chompas de algodón, lana u otras fibras con una participación de 15.11%. Estoy casi seguro que en Venezuela ni siquiera debe conocer la palabra chompa y menos de lana. Si además consideramos que las chompas de lana de alpaca son un bien muy preciado en EEUU, lo que hace que su valor se incremente, quisiera saber cuales serán los motivos por los cuales se pueda demanda chompas de lana de alpaca en Venezuela.

- Chamarras y sacos para hombres de lana, algodón u otras fibras. Estos con una menor participación, tan solo 0.3%. Talvez se podría pensar que exista alguna demanda para estos artículos, pero que además se incremente, es poco probable.

En fin se podrían citar más ejemplos y hasta se podría pensar que en el corto plazo Venezuela compre estos artículos, aunque sea para regalarlos, pero que exista una demanda que sustente un flujo de oferta sostenible en el tiempo es imposible, sino existe un patrón de consumo que permita generar un flujo de ventas (exportaciones).

Alguna vez creo que lo dije, para entender como funciona el mercado basta con tomarse un minibús e ir a la feria de la 16 de julio en El Alto. Ahí se encuentran vendedores y compradores no porque alguien haya firmado un papel que los obligue a ir, sino porque hay un flujo de personas que demanda productos y un flujo de vendedores que trata de satisfacer esa demanda. Y ese flujo va rotando domingo tras domingo.

Por favor que alguien lleve a los del gobierno a conocer la feria de la 16 de julio. Mientras tanto, lo único que es cierto es que en los próximos meses seremos participes de una segunda relocalización….la relocalización de trabajadores de la industria manufacturera.

Post-Racial

Decidimos todo el tiempo por opciones que no cambian absolutamente nada. Una que otra nos marca de por vida. Vivimos una era tecnológica, que hace facilísimo llevar un mínimo registro de aquello que elegimos. Con gran indiferencia, sin embargo, ignoramos la eficacia con la cual construimos nuestro mundo personal. No registramos cómo influye el ejemplo de nuestra frivolidad sobre nuestros hijos; no guardamos evidencia de como el abuso del alcohol empobrece nuestro espíritu; y la historia ignora el impacto social de haber prohibido alguna vez a originarios de África partir pan con el presidente en la misma mesa. Ese fue el caso en la segregada Casa Blanca de antaño. Un afroamericano ahora se sentará en la cabecera. Nos llena de orgullo a los bolivianos haber pagado la factura histórica del racismo el 2005 en democracia. Ahora es un originario quien decide nuestro destino. Pero en lugar de una verdadera transformación, el cambio de liderazgo tan solo ha atizado el odio entre hermanos. Dudo, por ende, que un afroamericano presidente de Estados Unidos logre mágicamente crear una sociedad post-racial.

Sin identidad no existe el individuo, por lo que debe ser protegida de cualquier intento de discriminación. La identidad celebra la diversidad, por lo que no es deseable intentar eliminarla. Ello no justifica subsanar injusticias construyendo derechos sobre la base de una de ellas, o manipular al pueblo para que decida caminos únicamente sobre la base de categorías, como ser género o identidad étnica. No ayudaría trabajar en equipo si – por ejemplo – esa fuese la agenda feminista. El principio de igualdad ante la ley requiere defender y proteger los derechos inalienables de toda minoría, no únicamente de aquellas con las que compartimos un mismo curul.

Barack Obama está por ser coronado como el gran salvador. Urge un cambio de dirección en la nación que impera últimamente con demasiados desaciertos. Simplemente ir al otro lado, sin embargo, no garantiza que la crisis será resuelta. Esa lección la aprendí a la mala, un mea culpa que aun no acabo de redimir. En las elecciones presidenciales de 2005 yo vote por el cambio, por el fin de la corrupción y arrogancia de una elite racista e incompetente. Mi acto es minúsculamente cómplice en reemplazar a la incompetencia, arrogancia y racismo de unos, por la nueva versión del populismo indigenista. Mi decisión es en parte responsable de colocar al presidente Evo Morales a la cabecera de lo que – hasta la fecha – parece ser tan solo una venganza suicida.

Cuando Obama asuma la presidencia de EE.UU. no lo hará como suajili, aunque la sangre suajili corre por sus venas. Tampoco lo hará como anglosajón, por mucho que sea su herencia cultural, vestimenta y lengua materna. Lo hará como ciudadano. De Obama haber nacido en Bolivia, no pertenecer a un pueblo originario lo haría un ciudadano de segunda clase. La igualdad étnica es legado, entre otros, de Martin Luther King; un legado enmarcado en su gran visión: “Sueño algún día vivir en una nación en la que mis hijos sean juzgados por el contenido de su carácter, y no por el color de su piel”. El racismo en Bolivia ha sido herido de muerte. Nadie derrama lágrimas por su lenta agonía. Pero resulta curiosa la agenda política de hacer más difícil soñar convivir algún día en una sociedad post-racial.

Flavio Machicado Teran