Wednesday, April 23, 2008

Ya es tarde

Andres Pucci en su blog habla sobre el subsidio al diesel oil y que levantarlo sería algo bueno, pues si bien al principio sería algo duro, después obligaría a que los productores sean competitivos y eso traería muchos beneficios. Evidentemente esa afirmación es cierta y como una vez me dijo el autor del desaparecido blog Evonomics, esto se asemeja a una inyección, al principio duele pero después trae alivio.

El problema es que todo esto es cierto cuando tu crees en la persona que te va a poner la inyección y en el que te la receto. Estamos hablando de la enfermera y del médico respectivamente. Lo mismo sucede con las medidas económicas, tu vas a creer en ellas si es que provienen de personas creíbles y entendidas en la materia.

El gobierno ha perdido completamente la credibilidad y los operadores económicos en este caso los ministros de hidrocarburos y hacienda se han olvidado de las reglas básicas de funcionamiento de la economía, por lo tanto levantar el subsidio al diesel a estas alturas sería ponerle una inyección mortal a la economía nacional y por una simple razón, incrementaría enormemente las expectativas de inflación, pues no solamente se afectaría a la producción de soya, sino también al transporte y por ende al resto de los sectores.

Por eso digo que ya es tarde, la epidemia ha cundido por todo el hospital y médicos y enfermeras han perdido el control debido a sus propios errores y falta de cuidados. La solución la dejo a criterio de los lectores.

Malditos Campesinos

El número de latinos dueños de granjas en EE.UU. se incrementó en 51.2% entre 1997 y 2002. ¿Qué profesión tiene un inmigrante mexicano naturalizado norteamericano que es dueño de una finca en California? Dudo que muchos los consideren campesinos. Tal vez “farmer” les hace mayor justicia a quienes en EE.UU. invierten capital y trabajo para alimentar a sus familias y a su nación.

Cuando los precios en el mercado caen por debajo de cierto nivel, los agricultores norteamericanos reciben un subsidio, que el 2004 fue del orden de 8,022 millones de dólares. Los EE.UU - promotores mundiales del libre comercio - utilizan políticas proteccionistas para defender su mercado de alimentos. ¡Malditos inconsistentes!

A su vez, los “farmers” contribuyeron para que el congreso norteamericano pase la reforma tributaria del partido Republicano, reduciendo los impuestos que pagan los ricos. Despertando pasiones atizadas por la premisa que mantener más dinero en los bolsillos de la sociedad es una mejor manera de aceitar la maquinaria capitalista, muchos que apenas llevan la comida a la mesa votaron el 2004 por los Republicanos. ¿Por qué?

Porque la lucha de clases en EE.UU. es segunda en importancia a la guerra cultural. En el psique colectivo hay botones que son fácilmente activados cuando así lo requiere la pugna por el poder. Un ejemplo claro es que el primer afroamericano con posibilidad de llegar a la Casa Blanca ha sido acusado de ser un “elitista”.

Las categorías (por ejemplo, elitista) simplifican realidades complejas y - cuando en realidad son prejuicios - también obstruyen la capacidad de pensar. Obama, el candidato más izquierdista del establecimiento, incrementará los impuestos de los más ricos y llama a los menos privilegiados a unirse para luchar contra el sistema. Ello provoca que su nombre sea arrastrado por el lodo político tanto por centro y derecha, que encienden pasiones en el pueblo con el objetivo de ofuscar su agenda.

El equilibrio entre la carga impositiva y productividad es delicado. Mientras mayor la carga, menor el capital en las manos de la sociedad para reinvertir en la producción, investigación y desarrollo. Barak Obama no es Robert Mugabe y - aún cuando el 95% está en manos de blancos - seguramente no desmantelará la agroindustria. Lo que intentará es forjar mayor equilibrio entre iniciativa privada y esfuerzo común.

El trabajo de los campesinos garantiza la seguridad alimentaria y el bienestar de una nación. Las subvenciones en EE.UU. para sus farmers equivalen a menos del 1% de su PIB. Ello no justifica que una minoría (menos del 10%) reciba el 71% de los pagos gubernamentales, ni justifica un subsidio al algodón, que debe ser completamente eliminado. Por otra parte, el gobierno Chino invierte en agricultura considerablemente un mayor porcentaje de su PIB. Al no defender abiertamente el libre mercado - o derechos humanos - nadie puede acusarlos de inconsistentes. Pero los gringos si son inconsistentes, y nada de lo que pueda decir o hacer Obama nos interesa porque - como reserva mundial de la consistencia – debemos hacer gala de nuestros prejuicios y acusarlo de ser un maldito capitalista.

Flavio Machicado Teran

Tuesday, April 15, 2008

El Superheroe Superávit

La semana pasada comenzó a salir en la televisión un spot del gobierno donde hace mención al superávit fiscal que en los dos últimos años ha sido de 5.2% y 1.8% del PIB respectivamente.

Si bien el spot no es confrontacional como la mayoría de los spots del gobierno, es patético por varios elementos. Primero, se utilizan a niños que no deben haber pasado del 4to de primaria y supuestamente se les esta enseñando economía. Que yo sepa en ningún colegio ni privado, ni público se les enseña economía y menos en primaria. Difícilmente un niño a esa edad va entender lo que son ingresos y gastos y menos lo que es el PIB.

Segundo, el profesor con una sonrisa de oreja a oreja les dice que después de 66 años que el país tiene un superávit fiscal, o sea el gobierno gasta menos de lo que recibe, gracias a la buena gestión. Que falacia más grande, si realmente se quiere ver cuan buena ha sido la política fiscal y el manejo del gobierno, se debe ver el Balance Estructural, es decir el déficit fiscal corregido por el ciclo económico. Ahí estoy seguro que las cifras de superávit talvez nos darían un déficit, pues gran parte se explica por la bonanza económica de los precios de commodities en el mercado mundial.

Tercero, lógicamente después de años y años de déficit, en algún momento debíamos generar superávits. Esto por un tema de solvencia que se analiza viendo la restricción presupuestaria intertemporal del gobierno que nos indica que para que el fisco sea solvente no podrá haber permanentemente un déficit primario (gasto menos ingresos) y más aún se deberán generar superávits para pagar la deuda incurrida en los períodos de déficit.

En relación a esta última aseveración, no nos engañen y no engañen a los niños de la propaganda cuando el profesor les dice que el gobierno esta gastando en educación y salud. El superávit ha permitido que el gobierno central pueda pagar deudas pasadas y en realidad lo que explica el exceso de ingresos sobre gastos, son los gobiernos departamentales que más bien han ahorrado sus ingresos.

Epidemia de Mentes

Es imposible convencer a un enfermo que ya está sano, cuando su cuerpo se estremece de dolor. Y mientras que un doctor puede errar en su análisis cuando carece de los instrumentos o análisis necesarios, esta vez parece que la enfermedad ha seguido su curso, y empezamos a rogar que - para sanar - desear la paz sea suficiente.

El restablecer la salud no siempre es fácil, y miles de años practicando medicina no revelan todos los misterios del cuerpo humano, quedando varios aún por resolver. El secreto de la intrínseca relación entre cuerpo y mente se disuelve, al entender por fin que la estabilidad del organismo requiere de equilibro entre sus funciones. Pero un pedazo más del rompecabezas no descubre al santo grial entero, y seguimos corriendo el riesgo de diagnosticar una migraña, cuando en realidad es un tumor cerebral.

Bancos centrales e instituciones que velan por la salud de los mercados financieros de Alemania, EEUU e Inglaterra, intentan afanadamente perfeccionar una economía global que, dejándose sentir estrepitosamente el fin del boom inmobiliario, estuvo en peligro de caer en espiral. Para ello, primero debieron utilizar el dinero del pueblo, para subsidiar a bancos que irresponsablemente corrieron riesgos. El dinero que corrige su angurria proviene de impuestos contribuidos por el pueblo para avanzar el bien común, que ahora son utilizados para salvar el pellejo a codiciosos especuladores capitalistas.

Naciones como India y China se enfocan en producir bienes, y no en especular en el mercado. La especulación no es competencia para la producción, y los mercados asiáticos experimentan un boom basado en la creación de algo tangible. La necesidad de capital, sin embargo, no puede mágicamente eliminarse y, como tristemente comprueba el fracaso de la economía boliviana, los mercados necesarios incluyen al mercado de inversiones financieras. Al ser el mercado financiero vulnerable a corridas provocadas por el miedo, o una desmedida especulación, podemos concluir que las distorsiones causadas por estas externalidades son malas tanto para la economía, como para el pueblo, que en realidad son el mismo. ¿Pero acaso el libre comercio es pura especulación?

Una señora dueña de 5 pollos que prefiere no faenarlos un lunes, porque el viernes se incrementa la demanda, pudiendo entonces recibir un precio ligeramente mayor, actúa racionalmente y no está “especulando”. Son sus pollos, y ella debe tener la libertad de decidir cuando quiere venderlos. En cambio, un banco que ofrece préstamos inmobiliarios sabiendo que está asumiendo demasiados riesgos, puede estar especulando. ¿Exactamente cuándo? Eso es lo que ahora se discute, para crear regulaciones que eviten ello vuelva a suceder. No podemos comparar el cálculo de la señora con sus pollos, con entidades financieras que prestan dinero irresponsablemente. El pretender completamente controlar – en vez de idóneamente regular - la conducta de ambos, sin embargo, es la lógica que siguen los enemigos del libre comercio y del mercado.

El pollo de la señora es fuente de colesterol, que es necesario para mantener y construir las membranas celulares. Una persona que apenas come, y cuyo colesterol está por los suelos, no vive “bien”. Si el cuerpo no produce un solo miligramo de colesterol, no puede sobrevivir. Por otra parte, la libertad es necesaria para mantener y construir una economía y – al igual que el colesterol - debe fluir por las venas de la sociedad. ¿Pero cuál libertad? ¿Qué dosis de ella? El libre mercado debe ser regulado - lo entendemos todos - pero en vez de discutir exactamente “cuanto”, y “cuando”, hay quienes discuten cómo por siempre eliminarlo.

Una pregunta válida sería, ¿Es bueno para la salud producir (consumir) “demasiada” libertad (colesterol)? Pero otros hacen preguntas menos interesantes, y cuestiona la consistencia del sistema capitalista. Su argumento puede tipificarse de la siguiente manera:

-“Oye capitalista, pensaba que eras enemigo de la intervención del gobierno (colesterol) en el mercado (sangre)”.

- “Veo que eres un hipócrita, porque ahora resulta que también lo necesitas”.

Existe especulación en el mercado, y puede tener resultados perniciosos. No se hace justicia cuando se privatizan las ganancias, pero se socializa la bancarrota de los más adinerados. Pero eliminar el libre comercio o la capacidad de gestión de la sociedad, en nombre de una abstracta “consistencia”, es un argumento infantil que usan las extremas izquierdas y derechas.

Nuestro primitivo cerebro dualista recién empieza a comprender que la salud requiere de un equilibrio entre mente y cuerpo; la economía de un equilibrio entre libertad y regulación. Debemos entender también que el Estado y el mercado son herramientas creadas por el ser humano, que pueden ser perfeccionadas, y deben ser utilizadas de manera complementaria. No son verdades absolutas. Evidencia del imperativo del equilibrio y complementariedad de funciones es que los entes racionales que alababan lo analítico, ahora utilizamos la analogía del corazón y sangre que fluye por el sistema, para justificar la necesidad de liquidez financiera. Los entes románticos, que sangraban lágrimas de injusticia, ahora utilizamos el movimiento incierto del electrón - descubierto por la física quántica - para justificar la reinserción de la voluntad y la mente en la construcción de múltiples realidades.

La derecha ahora busca entender al corazón, y la izquierda sentir su cerebro. Pero ambos todavía pecamos de la enfermedad del fundamentalismo ideológico, dibujando caricaturas de aquello que desconocemos, una dualidad reduccionista que alcanza dimensiones de epidemia.

A base de pura retorica anti-liberal y caricaturas del libre mercado no hemos de parar la inflación, ni crear empleos. Pero en vez de observar - sin prejuicios - y aprender cómo evitar una posible iliquidez en el sistema financiero, algunos simplemente levantan el dedo acusador para exclamar ¡Aja! Por ello es que, en lugar de pretender siquiera estudiar y entender cómo se perfecciona el mercado, como se detiene una crisis, y cómo lograr que la economía navegue por aguas tempestuosas sin ahogar a la población en miseria, seguramente nuestra cúpula palaciega está estudiando como imitar las hazañas políticas del presidente de Zimbabwe.

Más interesante que reactivar nuestra economía incentivando inversiones, crecimiento y exportaciones, nuestro elegidos debe estar estudiando cómo Mugabe intenta prolongar su tiranía “democráticamente”, mientras su pueblo literalmente se muere de hambre. El Presidente Mugabe, después de todo, pertenece a nuestro círculo de mentes anti-imperialistas.

La demagogia, por suerte, no es competencia para los resultados, y el pollo está en la mesa, o no lo está. Tal vez en mí retórica el colesterol es analogía de “intervención” y “libertad” al mismo tiempo, pero solo un electrón puede darse el lujo de “estar” y “no estar” a la vez. Tal vez se utilizó dinero del pueblo para salvar a la economía norteamericana, pero la economía global no ha caído en espiral, y todos nos beneficiamos. Ahora es menester perfeccionar la regulación, y evitar poner la salud económica del planeta nuevamente en peligro. Mientras, Bolivia sigue practicando una “economía cuántica”, basada en una mezcla de vudú y músculo político. Y cuando la chatarra ideológica haga que se enferme el pueblo entero, culparán a los “especuladores”, ¡incluyendo a los pollos de la señora!

Flavio Machicado Terán

Tuesday, April 08, 2008

100 Años del Tigre



Hoy es un día muy especial para todos los Stronguistas, se cumplen 100 años del mejor equipo del mundo.

Felicidades Tigres y a seguir con la garra que nos caracteriza.



Un buen resumen de la historia del Tigre se puede encontrar en La Razon de hoy, hacer click aqui


Monday, April 07, 2008

Política de Competencia

Uno de los principales objetivos de la política macroeconómica es promover la competencia en los mercados, pues esta es la mejor forma de asignar los recursos de manera más eficiente. El famoso paradigma de la competencia perfecta, es lo que idealmente debería existir en un mercado a fin de que tanto consumidores, como productores estén maximizando su utilidad. Ciertamente, este paradigma generalmente no se cumple y lo normal es que prevalezcan estructuras de mercado de competencia imperfecta como el monopolio o los oligopolios.

Con las reformas económicas que se hicieron en la década de los 90, se esperaba que el paradigma de la competencia pueda afianzarse gracias a la apertura comercial externa y a la privatización de los servicios básicos. Se esperaba que ambas medidas actuaran como un mecanismo disciplinador de la competencia, impidiendo que los productores locales —públicos o privados— explotaran sus posiciones dominantes de mercado. En muchos ámbitos las reformas estructurales han funcionado como se esperaba; sin embargo, en algunas situaciones el resultado final fue que el poder de mercado de los grandes grupos corporativos nacionales y transnacionales se consolidó.

Este talvez sea el caso de la comercialización del aceite en el mercado interno. Que yo sepa no se trata de un problema de falta de aceite que hace que suba su precio, sino un problema de fijación de precios que aparentemente esta muy por encima de su precio de equilibrio que en un mercado de competencia debería ser aquel que refleje la el costo marginal de producirlo.

De cualquier forma, la solución basada en prohibir las exportaciones para que a los productores no les quede mas que vender su producto en el mercado interno y así al haber un exceso de oferta, hacer que baje el precio, es la peor medida que se podría haber tomado, sobretodo porque se atenta contra lo pocos artículos con valor agregado que exporta Bolivia. Peor aún, las señales que se mandan a nivel interno y externo, son pésimas, porque demuestran que Bolivia no es un país para nada serio y tiene un gobierno que ataca a la iniciativa privada.

¿Qué se debería haber hecho? Lo que se debería haber hecho, pero ya hace mucho tiempo, es crear una institución autónoma que se encargue de llevar adelante una política de competencia (antitrust) activa, orientada a maximizar el bienestar de los consumidores y promover la asignación eficiente de los recursos. Este debería ser un organismo de competencia proactiva que funcione en el marco de la regulación existente, pero con una gestión autónoma y un marco legal que le garantice estar lejos del accionar de los políticos. Ciertamente algo irrealizable en las actuales circunstancias. Sin embargo, no esta demás soñar y pensar que algún día se podrán hacer bien las cosas en Bolivia.

¿Más y Más?

El amotinamiento de policías en los batallones de Seguridad Física ya pasó, y no es aquí el tema. El derecho de un trabajador de recibir justa retribución por el trabajo dispensado siempre lo será. Supone el marxismo que todo el valor que produce un obrero – o plusvalía – debe regresar por completo a él o ella, y no sólo un mísero salario. No sé si es consuelo para nuestros iluminados post-marxistas el que la plusvalía ahora este siendo apropiada por el Estado y la inflación.

El siglo XX permitió el desarrollo del sindicalismo como un mecanismo para negociar con los dueños del capital un salario acorde con el aporte del trabajador en el proceso productivo. Ahora que los dueños de la capital política son unos sindicalistas, es irónico que arremetan contra los policías con disciplina institucional, e impartiendo infantil castigos.

Solían ser los empresarios quienes con intimidación sometían a los trabajadores. Ahora, la empresa del Estado todopoderoso justifica menospreciar a un servidor público, agitando la bandera de un abnegado y servil servicio. Con un bono que apenas alcanza para el pan y leche de una familia de cinco, suponen compensar a los policías por su aporte a la nación.

Un obrero que gana más de 40 dólares la hora, su familia tiene seguro médico, toma vacaciones anuales en playas de África o el Caribe, cuenta con un moderno centro deportivo, es dueño de acciones en la empresa con derecho a voto en la Junta de Directores, y ha de gozar de una excelente jubilación, es considerado “enajenado” por aquellos embriagados con el canto de sirena de Fidel y Chávez. Con las manos en el bolsillo del pueblo, los románticos del siglo XXI llaman a los obreros de Alemania, Noruega y Bélgica a abandonar sus conquistas sindicales, y redistribuir sus salarios con las menos productivas economías de Bolivia, Honduras y Haití.

Incrementar la productividad de nuestra economía les parece a nuestros elegidos simplemente mayor explotación; sin importarles si ello garantizaría al trabajador mejores condiciones laborales, seguridad médica y una jubilación honorable. Y aunque es verdad que el 16% de la población norteamericana no tiene seguro médico, también es cierto que General Motors pagó en compensaciones $ 140,000 dólares a cada uno de los 30,000 obreros del sindicato de Trabajadores de Autos Unidos. Mientras tanto, a nuestros obreros se les ofrece aumentos de $ 5 dólares mensuales, a la vez que la inflación se come su canasta.

La productividad ha sido entorpecida por quienes creyeron que - con pura voluntad política - el centralismo y protagonismo del Estado lograría que Bolivia avance. Ahora que el fracaso de su plan económico e incompetencia son irrefutables, pretenden subsanar la crisis utilizando recursos y mano de obra de las Fuerzas Armadas. Podrán culpar a otros por sus desaciertos, e inventar conspiraciones y coartadas. Lo que su demagogia populista jamás logrará es mejorar la situación de obreros, policías y soldados, cuyas familias caen en la miseria cada día más y más.

Flavio Machicado Teran

Tuesday, April 01, 2008

Un agradecimiento

En un foro realizado por ICARE la semana pasada, el Ministro de Hacienda, Andrés Velasco, indicó que el mundo vive la crisis financiera más seria de los últimos 30 años. Como todo llega con retraso a Bolivia, probablemente no nos hemos dado cuenta aún de la gravedad de ésta, pero seguramente en los próximos meses esto se verá con más severidad, de hecho los conflictos sociales se han agudizado por el tema de la inflación que hasta el momento es el más claro indicador de que las cosas se están haciendo mal.

¿Qué se puede hacer entonces? ¿Si es que se puede hacer algo?

Citando textualmente a Andrés Velasco, lo que les dijo a los empresarios chilenos fue:

"En esta coyuntura tenemos que trabajar todos como equipo, no caer en tentaciones políticas de corto plazo ni perseguir intereses corporativos por sobre el bien común. Tenemos que hacerlo, además, en un período de dos elecciones, pero no vamos a lograrlo si buscamos desalojarnos unos a otros"

"Nos ha tocado un período de marejadas, a veces los pasajeros se ponen un poquito impacientes, y a veces el mar juega en nuestra contra, pero lo importante es no apartarnos del rumbo, porque si eso pasa nos mojamos todos"

¿Qué estamos haciendo en Bolivia?

Creo que la respuesta es obvia, estamos haciendo justamente todo lo contrario. Algo que no me extraña, pues algo que ha sido constante en el Gobierno General (Administración Central y Prefecturas) ha sido justamente hacer todo lo que no se tiene que hacer en economía. Como ya decía un Ministro…podemos dar cátedra de economía. Claro, pero de lo que NO se tiene que hacer en economía.

En conclusión se nos pasó el tren, no tuvimos un manejo adecuado del período de auge y por ende no hubo prevención para la crisis. GRACIAS SEÑORES POLITICOS.

De Policía al Karma

En tiempos de justicia comunitaria, la justicia divina pasa algo desapercibida. Mientras que es la turba quien despedaza al supuesto culpable; con la ley del karma es el sentimiento de culpa quien se encarga en despedazar la paz. En la justicia comunitaria, la única cárcel es el trauma que queda en los pocos sobrevivientes, debido a quemaduras, huesos pulverizados y brutal violencia. Con el karma, es una abstracción cósmica la que - cual escribano - mantiene registros de cada acto, y llega incluso a quitarnos un ser querido para castigar una transgresión.

No dudo que la justicia comunitaria tenga mecanismos idóneos para organizar poblaciones que no quieren, o no pueden, integrarse al Estado. Tampoco dudo en la idoneidad de la voluntad de Dios. Pero si en un extremo a un ser humano se lo quema vivo por robarse una moto, y en el otro llega a degollar su propia alma por creerse responsable de la muerte de otro ser, entonces algo anda mal con estos dos tipos de “justicia”.

Con su arrogante manejo del poder, un líder político creó en octubre de 2004 un caos que acabó costándole la vida a decenas de personas. La amargura y desasosiego en estas familias es grande, y el vacío se extiende a toda una población. Durante un almuerzo una amiga exclamó, “pero algún día [los culpables] han de recibir su merecido castigo”. Sin mayor ánimo de ofenderla, disputé la eficiencia de dicha fuerza cósmica que reparte castigos.

Al igual que aquellos pueblos olvidados por la ley, que cuando son ultrajados por ladrones deben implementar su versión de justicia comunitaria, es razonable sentirse descorazonado por la impunidad y el abandono de la justicia divina. Y cuando no podemos atrapar al malhechor para dispensar justicia, nos ayuda sentirnos mejor creer que existe un Ser Supremo que vela por nuestra seguridad, y sobre todo que dispensa justicia. Considero peligroso, sin embargo, este placebo mental.

En la medicina existe la figura del placebo, y está comprobado que funciona en quienes creen que funciona. Para que un placebo funcione, sin embargo, la persona debe creer que es un remedio que ha de resolver su mal. No tengo nada contra el placebo. Mi preocupación es que – por defender al placebo - se desvirtúe y obstruya la capacidad de desarrollar remedios avanzados para enfermedades avanzadas.

El ser humano hoy acusa un mal existencial que le resta vitalidad, y sobre todo responsabilidad en sus actos. Los retos modernos son onerosos y tenemos que luchar contra el hambre y la injusticia. La energía, sin embargo, pareciera estar enfocada en defender a una fuerza superior, una deidad-a-nuestra-imagen y semejanza que Nos ha elegido, en lugar de avanzar una mejor relación con Dios y su creación, descubriendo una mejor medicina espiritual.

Es decir, puede ser “inocente” decirle a una niña que su hermanita “está en el cielo”. Es una manera de aplacar su dolor y darle fe que algún día volverá a verla. Pero vivir toda una vida delegando a fuerza externas la responsabilidad de construir condiciones de vida, es una estrategia existencial que temo empieza a encontrar serias limitaciones.

Creo fervientemente en Dios, un Dios cuya energía y conciencia se enfoca en crear, por ejemplo, seres diminutos – hormigas - que instintivamente cortan hojas para luego enterrarlas debajo de las sabanas africanas. Estas hojas se convierten en hongos, que a su vez alterna el pH del suelo y lo fertilizan, permitiendo que broten nutritivos pastos que luego habrán de alimentar a cebras, que terminarán en el estomago de un adorable cachorrito de león.

Hay violencia y muerte en Su plan divino, pero también hay vida y mucho amor, y ello hace a mi Dios igual de misterioso y magnificente que el Dios que castiga. Ese Dios es igual de bondadoso e impenetrable que el Dios que mantiene una bitácora de cada uno de los seres humanos que habitan el planeta. Ese Dios es igual de milagroso que el Dios que se ofende cuando no lo adoramos como lo demanda nuestra tribu. La diferencia es que mi Dios no es en imagen y semejanza del ser humano, y trasciende el ego, la maldad y la ignorancia, porque tiene todo un Universo – y no solo este planeta - para verter vida dentro su entrañas.

A mi querida amiga le ofendió mi Dios, y reclamó que “le estaba faltando el respeto al Suyo”. ¡Qué puedo hacer si yo no creo que Dios pierda el tiempo castigando terrícolas! Además, temo que el delegar la responsabilidad sobre nuestra integridad física y moral a una fuerza divina que mantiene una permanente vigilia sobre los actos de los demás, atenta contra nuestro espíritu, ya que del amor al odio hay un solo paso, y de la fe al cinismo parece que es exactamente igual.

Ante mi argumento, mi amiga me acusó de querer imponer sobre otros mi verdad. ¡Que ironía! Yo tan solo solicité de esta fuerza divina que - si ha de castigar - lo haga con mayor eficiencia. Tuvieron que morir 50 millones de seres por culpa de Hitler, masacre que fue detenida por tropas y tanques soviéticos. De haber dejado que el karma se haga cargo del tirano, estas palabras estarían hoy escritas en alemán.

Yo la quiero mucho a mi amiga, pero no creo que sea tolerante o misericordioso de su parte el cuestionar mi derecho a creer que ni Dios, ni las fuerzas y leyes universales que El ha creado, pierden el tiempo en castigar la ignorancia o maldad humana.

Lo lamentable es que es Estado tampoco quiere – o puede – imponer orden e impartir justicia en pueblos olvidados por la ley. Corremos el riesgo, por ende, de caer prisioneros del caos comunitario, o de una abstracción medieval.

Si queremos entereza, debemos continuar con madurez política la tarea de perfeccionar nuestro sistema jurídico. Si queremos paz, debemos ser más conscientes de nuestros actos y de sus consecuencias. Si queremos evolucionar como sociedad, enfoquémonos en crear el marco constitucional que defienda nuestros derechos, y exija a los demás cumplir con su responsabilidad de no afectar o perjudicar a los demás. Si queremos justicia, dejemos de derrochar energía en justificar la abstracta ley del karma, o la precaria justicia comunitaria.

Dejemos a Dios seguir creando vida en todo el Universo, al Estado su monopolio sobre el uso de la violencia, y asumamos como sociedad la responsabilidad de crear condiciones para que no se cometa - en nombre de ninguno de los dos –injusticia aquí en la tierra.

Flavio Machicado Teran