Friday, June 15, 2007

Saber, Aprender

José Castillo es un bioquímico boliviano que trabaja en Ecuador. Un colega ecuatoriano acusa a la industria farmacéutica de contratar bolivianos porque son más sumisos, además de estar dispuestos a trabajar por un sueldo equivalente al 2% de lo que recibe el mejor bioquímico nacional. El enfurecido ecuatoriano tiene un salario actual diez veces mayor que el de Castillo, aún cuando el boliviano ha visto su sueldo incrementarse en un 600% desde que llegó al Ecuador. Lo interesante del caso es que el ecuatoriano acusa a la industria farmacéutica de racismo, cuando el verdadero tema es uno de intercambio comercial.

Quienes nunca desarrollaron la capacidad de abstraer principios, deberán dejar de leer esta nota inmediatamente. Los demás entenderán que el caso anterior contiene una moraleja, incluso cuando Castillo es en realidad venezolano, el colega es un afroamericano, y la industria no es la farmacéutica, sino el deporte favorito de Chávez y Fidel (béisbol). El caso es verídico, y el gringo en cuestión es Gary Sheffield, controversial jugador de los Tigres de Detroit, mientras que Castillo es una de esas “caras negras que no hablan ingles” de las que se queja Sheffield. Según Sheffield, su “raza” (la afroamericana) no es tan fácil de controlar como lo es un latino, porque demanda ser tratada con respeto. En contraste, dice Sheffield, un jugador latino ha de aceptar ser manipulado, porque no habla ingles, y porque – por relativamente muy bajo que sea - jamás recibiría un sueldo comparable de verse obligado regresar a su país.

Hay jugadores latinos que ganan millones de dólares al año antes de hablar una palabra de ingles. Castillo ganaba 300,000 dólares al llegar a los Piratas de Pittsburg el 2004, y hoy gana 1.9 millones al año. Evidentemente hay cada vez menos afroamericanos nacidos en EEUU en el béisbol, pero reducir la causa a “racismo” es ignorar la complejidad de esa realidad. Lo que existe en el béisbol es una discriminación contra los norteamericanos, sean estos blancos, azules o verdes, porque son más caros que los jugadores que pueden ser “importados” del exterior.

Al igual que Sheffield, Vladimir Putin, últimamente anda molesto. Rusia acusa a occidente de ser inflexible en su dominio de las instituciones que regulan el comercio mundial, y de proteger sus intereses particulares, en lugar de luchar imparcialmente contra el proteccionismo. Vale la pena escuchar los argumentos rusos sobre la necesidad de crear instituciones que permitan incentivar el desarrollo de mercados regionales alrededor de las nuevas potencias mundiales de este siglo, Rusia, China, India y Brasil, y dejar así de depender en el FMI y Banco Mundial.

Al igual que Putin, Sheffield tiene una razón para estar molesto. Pero en el caso del deporte favorito de Fidel, lo que existe es una asimetría entre el proceso de contratación de norteamericanos - quienes deben entrar en un tipo de lotería - y la contratación de extranjeros que, al ser directa, hace a un jugador latino más barato. Esa asimetría hace que la “raza” de Sheffield sea menos atractiva, no el racismo. Para lograr un intercambio comercial beneficioso para Bolivia, debemos encontrar maneras de ser menos vulnerables al monopolio de la hegemonía económica norteamericana, y no encontrar causas de nuestra dependencia en la esencia maléfica del mercado. Entender las verdaderas causas requiere pensar fuera del reduccionismo ideológico, algo que Sheffield - y muchos otros - evidentemente aun no saben hacer.

Flavio Machicado Terán

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