Solo un torero debe sentir igual. Delante suyo – sombrío e intencional - el oponente carga un garrote en lugar de cuernos, con el cual pretende asestar su preciso golpe. El lanzador intenta evitarlo, con pelotas que alcanzan los 160 kilómetros por hora. Para engañarlo, con los dedos de la mano hace que “chanflée” la bola en diferentes direcciones. Si el oponente logra conectar el envío, los nueve jugadores entran en una metódica danza para “matar” al corredor. El deporte es el béisbol, y para los que cultivan la curiosidad, puedo decirles que no existe deporte alguno con mayor número de estadísticas. Se promedia y registrada toda incidencia, y cada lanzamiento tiene su estética, su arte y su razón de ser.
El estadio con mayor elevación en las Grandes Ligas se encuentra en Denver, Colorado, a exactamente una milla (1,600 m.) sobre el nivel del mar. Debido a una menor presión atmosférica, la pelota recorre una mayor distancia que en la playa. Para contrarrestar esta diferencia, el estadio ha sido diseñado con mayores dimensiones, y así se evita que jugadores más fuertes saquen fácilmente del parque la pelota. Sacar la pelota – un jonrón - es bueno, porque permite al equipo anotar una “carrera. En la altura de Denver, ambos equipos tienen exactamente la misma posibilidad de así hacerlo. No obstante, se ha desatado en el béisbol una controversia, debido a que el equipo de Colorado intenta contrarrestar los efectos de la naturaleza, añadiéndole a la pelota una dosis de humedad.
Los puristas acusan al equipo de intentar manipular el juego, debido a la discreción que tienen de seleccionar pelotas humidificadas - o no - según les convenga. Este antecedente podría también llevar algunos a hacer las pelotas más pesadas cuando enfrentan a equipos con ofensivas peligrosas. Equipos que juegan en lugares húmedos, como ser Florida, también podrían estar tentados de restarle humedad a la pelota para contrarrestar los efectos de su propio hábitat. En un deporte en el cual todo cuenta, hacen mucho las pequeñas diferencias.
Bolivia tiene su propia controversia de la altura. Evidentemente el balón se mueve diferente aquí que al nivel del mar. Pero se mueve diferente para ambos. Las selecciones bolivianas – que solo conocen el aire puro - debe jugar en ambientes con altos niveles de contaminación. Si se protege de los efectos nocivos de la altura, deberá protegerse también del monóxido de carbono, y contra excesivas dosis de humedad. Pero lo que está detrás de tanto lloriqueo, como señala mi primo Guccio, es que los jugadores brasileros y argentinos tienen que invertir tiempo en acondicionamiento a la altura. Tiempo que es dinero, y para la FIFA el dinero es incluso más importante que la salud.
Bolivia ahora deberá argumentar no solo su derecho de jugar en La Paz, sino también que es un país razonable, que entiende al mundo, y que lo hace con mínima sofisticación. Mucho hará el tipo de argumento que logremos articular. Sugiero una pequeña diferencia en estrategia: Reconocer que el balón aquí vuela más rápido. Podríamos atraer televidentes promocionando nuestros partidos bajo el entendimiento que aquí: “!Se juega la clasificación más rápida del mundial!”. Además de potencialmente ser una mala decisión económica para la FIFA, quitarnos esa posibilidad sería una gran injusticia. Pero tal vez utilizar argumentos que involucren la física, el dinero y la promoción de mercados, sea de muy mal gusto, y esté por debajo de nuestra altura.
Flavio Machicado Teran
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