Poco a poco nos vamos acercando a la conclusión de la Asamblea Constituyente y ya se tienen algunos informes de algunas comisiones y se puede perfilar algunos elementos que tendrá la nueva Carta Magna. Pero no deja de llamar la atención y hasta resulta hilarante escuchar ideas tan absurdas, como cambiar la sede de gobierno, crear un nuevo Departamento, entre otras.
Pero aquí surge una pregunta: ¿Realmente creímos que estos caballeros irían a escribir una Constitución que responda a los requerimientos del país? Por supuesto que no, si son políticos. No quisiera generalizar, pero es fácil darse cuenta que aquí hay otros intereses que son totalmente alejados de lo que la mayoría de los bolivianos espera o esperaba.
“Al oír la melodía que emanaba del instrumento mágico, todas las ratas de la ciudad siguieron frenéticamente al músico. Éste las guió con pericia en dirección a un río que acabó arrastrándolas hacia la muerte. Cumplida su misión, el flautista regresó a Hamelín para cobrar los mil florines que el alcalde había prometido. Para su sorpresa, éste se negó a pagar”.
¿”Para su sorpresa”? ¿De veras creyó que al alcalde le pagaría? ¿En qué planeta vivía ese flautista?
Debo añadir, asimismo, que los economistas debemos ser los que más nos vemos afectados por este comportamiento de los políticos, pues somos capaces de ver cosas que los políticos no ven y que el común de la gente no ve. Como ejemplo cito el actual debate en Chile sobre el Salario Mínimo.
Cuando el brillante economista (y actual Ministro de Hacienda) Andrés Velasco explica porque el salario mínimo no puede llegar a los 145.000 pesos mensuales, pues esto generaría inflación y podría aumentar el desempleo; lo dice porque los modelos de economía laboral así lo demuestran y no porque este en contra de los pobres. Pero resulta increíble escuchar argumentos en contra, por parte de los políticos como que “le falto jugar con tierra en su niñez” haciendo alusión de que el economista no entiende a los pobres. De seguro que entiende más.
A estas alturas solo nos queda esperar que de lo desastrosa que va a ser la nueva Constitución, por lo menos sea lo menos desastrosa posible y deje algún espacio para que puedan hacerse mejoras en el tiempo.
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