Una mujer no tiene la obligación de votar por una candidata de su mismo sexo, y un afroamericano no tiene que votar por quien tiene el mismo color de piel. Ello queda demostrado en la distribución de votos de Clinton y Obama en la primarias Demócratas. Las mujeres menores de 30 apoyan al carismático moreno y, en varios estados, los afroamericanos mayores de 50 se inclinan a favor de la choca antes mencionada. Cuando el sistema se adapta, perfecciona, y deja el individuo de sentirse discriminado, el voto puede ser por ideales, visiones, o capacidad de gobernar.
En las pasadas elecciones bolivianas hubo un voto castigo, de quienes estábamos cansados de un sistema partidista arrogante y basado en la exclusión. También hubo un “voto rehén”, de quienes temíamos que la victoria de un k’ara haría estallar el polvorín. El voto más importante, sin embargo, fue un voto por “uno de los míos”, y el pueblo se movilizó para apoyar a uno de su misma raza. ¡Perdón! Se me olvidaba. Una minoría votó por el decrepito modelo de Fidel.
La historia del siglo XX de Bolivia está marcada por el corporativismo caudillista, que permitió que las grandes masas apoyaran banderas revolucionarias llenas de consignas, y evidentes deficiencias en su proyección histórica y nacional. Líderes sindicales y campesinos fueron cooptados por el MNR, y por más de una dictadura militar. Las manipuladas masas apoyaron a líderes y movimientos porque su voluntad estaba capturada por estructuras orgánicas. Hoy eso está lentamente cambiando, y es precisamente a ese cambio que le temen en Cuba y Venezuela, cuyos gobernantes intentan como pueden controlar el acceso del pueblo al Internet.
Bolivia votó por el cambio, y no por el retroceso. El racismo ha hundido al país en un subdesarrollo, y esa es una factura que – con gran arrogancia e ignorancia - aún hay quienes se resisten en pagar o subsanar. Es un gran aporte histórico del Presidente Morales marcar el principio del fin de esta lacra social, y en esa tarea debería tener el apoyo de todos los bolivianos. La reunión con los Prefectos, sin embargo, es una pauta que las grandes mayorías en nuestro país no han apostado por un estatismo ineficiente, ni por la prepotencia y discrecionalidad de quienes coyunturalmente sustentan el poder.
El proyecto de Fidel tiene – a lo sumo – diez años más de vida. Solamente aquellos individuos hoy cegados por el poder – o el petróleo - pueden apostar a un futuro de tan corto plazo. El pueblo boliviano, discriminado y excluido, ha votado por uno de su misma raza. Pero dudo que haya votado por la destrucción del aparato productivo, o por el paternalismo estatal. La gente quiere justicia e igualdad, pero con empleos y desarrollo. Las voces dominantes hoy son de dinosaurios de la historia, incapaces de entender que su apuesta socialista tan solo logrará ventilar frustraciones, y hacernos perder valioso tiempo. Esperemos, por ende, que los representantes de las “grandes minorías ideológicas” sepan adaptar su paleo-ciego dogmatismo, y dejar de poner nuestra unidad y progreso en peligro de extinción.
Flavio Machicado Teran
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