Wednesday, June 25, 2008

No Tiene Precio

Antes solía amargarme calcular el precio de mi conciencia. El privilegio de tener acceso diario al interior de mi ser, sin embargo, ha ido creando una mejor comprensión de pugnas internas entre apetitos que debilitan mi voluntad y el sublime deseo de tratar justamente al prójimo. Se sentirán validados mis detractores al yo admitir que –al igual que ellos – tengo un precio. Aceptar la complejidad del substrato sicológico que compone el mayor milagro de la existencia – la conciencia humana – lejos de imprimir en mí ser un monopolio, evita la hegemonía de un solo partido. Mi apetito por el sexo, estatus social o poder político deben competir con mis ansias de paz, sentido de justicia y maldita obsesión por independencia. Tengo un precio, pero aceptarlo y calcularlo con mayor sabiduría me permite vender cara mi capacidad de ser libre y solidario. Obligarme a decidir por un solo partido es un falso ejercicio, que se interpone a mi capacidad de forjar un “contrato social” entre mis flaquezas humanas y destellos de nobleza.

No les interesan mis lucubraciones. Lo sé. ¿Prefieren un número? Mi precio para suponer que el ser humano es una tabla rasa perfectamente maleable en la cual – como diría Mao – se pueden escribir “lo más hermosos poemas” es 5 millones de dólares. En realidad, el cerebro está equipado para avanzar simultáneamente el interés de sus seres más cercanos y una conducta moral capaz de perfeccionar el sistema de convivencia. Pero por el monto anunciado soy capaz de ignorar la evidencia de miles de años de experiencia humana, de estudios del cerebro y de mi propio ser, para colaborar en convencer que lo único que se requiere para crear cooperación pura (eliminando todo egoísmo y competencia) es destruir el sistema capitalista de reproducción social.

Por 5 millones estoy dispuesto a contribuir al sueño erótico social que se puede – mediante una ingeniería social –crear un ser humano perfectamente desinteresado de su propio bienestar y abnegadamente entregado al poder racional del Estado. Por ese monto sería capaz de intercambiar la paz que me abraza en las noches antes de dormir, por el fantasma de saber que he colaborado con una errónea premisa que ya ha costado la vida a millones de “egoístas” inadaptados, y que sigue costándole a unos cuantos pueblos su bienestar y libertad.

Otros no obran por dinero y obran por amor. El amor conquista cualquier obstáculo, reza el refrán. El cerebro de Romeo saturado de oxitocinas hace racional incluso sacrificar la vida. El altruismo reciproco que el proceso evolutivo ha impreso en nuestro psique equilibra el interés personal, con la inclinación a cooperar con quienes avanzan nuestra propia supervivencia. La mano invisible de la evolución permite que florezca la solidaridad entre egoísmos y lujurias de poder, lo que hace al amor tanto más poderoso. Cuales quinceañeros enceguecidos por las pasiones de una revolución en papel, nuestros exaltados gobernantes suponen ser capaces de conquistar incluso la naturaleza humana.

Los apetitos y miedos humanos son mucho más complejos que monedas. Tener “precio” puede también obligar una permanente vigilancia y reflexión que enriquece el dictamen “conócete a ti mismo”. Para los románticos que suponen el espíritu de la revolución destruye todo interés personal, su amor de adolecente no le permite observar la irrefutable evidencia de su error, por lo que aferrarse a falsas premisas para ellos – trágicamente - no tiene precio.

Flavio Machicado Teran

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