Los votos fueron emitidos por burócratas de la FIFA hasta el medio tiempo de la gran final, y el ganador fue Zidane. Pero si el voto para el Balón de Oro hubiese sido abierto a los corresponsales, periodistas y demás involucrados, incluyendo burócratas de la FIFA, probablemente no hubiese ganado “Zizou”. Mucho menos si los votos se hubiesen emitido hasta finalizar el partido. Pero no fue así, y tuvimos que ser testigos de una de las violaciones más espectaculares del principio de “Fair Play”, al observar como el jugador más violento, resulto también ser el mejor.
Pero la historia no es solo esa. Resulta que el jugador italiano propinó a Zizou un insulto con connotaciones racistas, al llamarlo un “sucio terrorista” (o algo por el estilo). Zidane, de origen argelino, debe haber sentido en lo más profundo de su ser aquella mella a su origen y a su familia, lo que cegó completamente su juicio, y dio lugar a que se arrebaten irremediadamente sus emociones. Entonces, por ser sutil y no capturado digitalmente, el “crimen” del italiano queda impune, aun cuando viola el espíritu y la campaña contra el racismo de la propia FIFA. Si a mi me preguntan, creo que un epíteto racista es mucho más grave que un “foul”, pero así es la vida, llena de complejidades, llena de justificativos y contradicciones.
En estos parajes no estamos exentos de las contradicciones, y ahí – rapidito – les va una. El Presidente Morales, al ser preguntado si le “decepcionaba” que el MAS no haya obtenido los 2/3 en la Constituyente, por un momento pareció en su respuesta hacer gala de un gran espíritu democrático. Se refirió a las minorías, a sus derechos, a la pluralidad y al proceso deliberativo, como si hubiese sido poseído por el mismísimo Felipe González. Pero ... malditos “peros” ... se le salió nomás una “Evada” al dejar entrever que “si hubiesen querido” las reglas de juego se hubiesen diseñado para que el MAS obtenga las dos terceras partes. En otras palabras, dejó entrever que el gobierno tiene el poder para manipular las reglas de juego, pero simplemente no tuvo la voluntad. Creo que ese tipo de declaraciones no permiten distinguir un espíritu muy “democrático” en nuestro mandatario que digamos, y me parece un “foul” digno de amonestación.
Pero aquí viene la gran contradicción. Según la oposición, resulta ahora que – como el 85% de la población boliviana es católica – el Presidente de la República debería decretar imperialmente (salvo quiera ser decretado un hipócrita) que se respete el Artículo 3 de la CPE, en el cual se reconoce a solo una religión, y se compromete al Estado a tener una relación solo a través de concordatos. Y pese a que se garantiza reglón seguido la libertad de culto, se ha creado en este sentido un movimiento para argumentar que si llegáramos a convertirnos en un estado laico, perderíamos la brújula moral, los buenos sentimientos y la necesaria solidaridad. En este sentido, dudo que existan estadísticas de los crímenes cometidos en Bolivia que comprueben fehaciente que los criminales son todo, menos católicos.
Tal vez no es lo mismo un cabezazo que una injuria, ni es igual declarar la supuesta “capacidad” del gobierno de manipular las elecciones, que exigirle al gobierno que ahora actúe de la manera autoritaria que se le imploraba hasta hace poco no lo haga. Lo que es cierto es que ni el 53%, ni el 85%, tienen derecho de imponer un concepto abstracto de libertad sobre el resto de la población. Pero una vez más, el tema de la libertad esta siendo burdamente manipulado, sin consideración de principios básicos. El principio aquí es que le corresponde a los Constituyentes elegidos consultar con sus bases y su conciencia, y ser ellos quienes tomen una decisión respecto a si seguir o no brindando el lugar privilegiado que sostiene la religión católica en nuestro sistema educativo. Lo que no corresponde es pedir que el Presidente se pronuncie autoritariamente en un sentido, u el otro. Libertad quiere decir diferentes cosas para diferentes personas, y en este caso tal vez seamos libres de elegir una religión. Pero ahora tal vez el pueblo es libre de ser quien decide si quiere o no establecer a una como superior.
Flavio R. Machicado Teran
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