Monday, February 11, 2008

Neo-Racistas

Las naciones crean mitos que guían su accionar, muchas veces con nefastas consecuencias.

La manzana de la discordia que entorpece la evolución de la paz sobre la Tierra, es la soberanía sobre territorios ancestrales cuya legítima propiedad fue reclamada en las cruzadas por moros y cristianos, y más recientemente por los pueblos de Palestina e Israel. Supuestamente fue el mismísimo Dios quien confirió al pueblo de Israel la tierra prometida, mito que ha convertido a un pueblo otrora perseguido y discriminado, en un imperio accidental. El creerse “pueblo elegido” ha radicalizado a sectores, obstaculizando los procesos de reconciliación y paz en el Oriente Medio.

La unidad indisociable entre la tierra y cultura-etnia es también parte integral de los usos y costumbres del pueblo alemán. Posteriormente, bajo la consigna ancestral de Blut und Boden, los nazis desarrollaron un nacionalismo totalitario que suponía a la raza aria única y legítima dueña del destino germano, justificando así el genocidio y atropello de aquellos moralmente inferiores.

El Destino Manifiesto es la creencia que los EE.UU. estaba destinado a expandir su territorio desde las costas del Atlántico hasta el Pacifico. Este mito no solamente ha justificado la obtención de territorios más allá de los límites continentales originalmente establecidos, sino que ha alimentado la convicción política que es la misión de los norteamericanos promover y defender la democracia en el mundo.

En el preámbulo al proyecto de constitución, se pretende crear el mito de los “tiempos inmemoriales”, cuando nuestros pueblos “comprendían” la pluralidad y la diversidad como seres y culturas. Tal vez comprendíamos ello, pero jamás lo pusimos en la práctica. La verdad sobre aquellos tiempos es que pueblos sometían a pueblos, y los vencidos eran a veces sacrificados a los dioses. Si nuestros antepasados celebraban la pluralidad, lo hacían con sangre y sometimiento. Quienes quieren hacernos creer que nuestra raza ha sido eximida de las cruentas prácticas propias de la evolución humana, pecan de deshonestidad intelectual. Si pretenden hacernos creer que el imperio Inca se construyó de manera benevolente, sin discriminar o subyugar a quienes eran conquistados, es porque pretenden victimizar, dividir y conquistar al pueblo boliviano.

Queremos crear una nación que, más que “comprender” la pluralidad, sepa crear condiciones para ella. Lamentablemente, la agenda del gobierno también incluye perpetuarse en el poder. Para ello, quieren promover el mito que “jamás comprendimos el racismo hasta que lo sufrimos desde los funestos tiempos de la colonia”. El racismo es la escoria de la humanidad, y construir un Estado moderno requiere eliminar todo tipo de discriminación. Sin embargo, absolver a nuestra naturaleza humana de la primitiva herramienta utilizada para diferenciar a quienes amenazaban nuestra supervivencia, es pretender que nuestra raza es superior a las demás. En tiempos inmemoriales, no existían naciones, ni Estado de derecho. Existía guerra entre los pueblos, y para diferenciarnos nos tatuábamos la cara, deformábamos labios u orejas, y creamos dioses e idiomas. No entiendo en que se han de diferenciar los tiempos, si pretenden imponernos mitos que, al vilificar a los españoles, logre que los neo-racistas se perpetúen en el poder.

Flavio Machicado Teran

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