Aquellos cuya pasión es discreta y no necesitan vociferar su amor, deberían respetar aquellos que quisieran manifestar con vehemencia el sentimiento. Y los hinchas tampoco deberían imponer al resto su manera de sentir por el equipo devoción. Hablo en defensa de quienes, en el último amistoso de preparación para el Mundial de 2010, optaron por salirse 10 minutos antes que finalice, casi vaciando el estadio antes que Bolivia anote el gol de la victoria ante Perú.
Para ser un país orgulloso de su folklore y dechado de virtudes musicales, pecamos de falta de iniciativa - o motivación – a la hora de alentar nuestra camiseta. Puede que nuestro patriotismo ha sido diluido por las virtudes comunitarias necesarias para derrotar al “mono-nacionalismo”. Tal vez sentir pasión por la patria representa ahora el mismo “opio del pueblo” que impone el oprobioso consumismo.
“Patriotismo” y “consumismo” son ambos principios muy “burgueses”. La ironía es que, por albergar principios igualitarios y contrarios al racismo, solían acusarme de ser un “comunista”. Por ahora comprender que el mercado puede ayudar alcanzar dicha igualdad y justicia, se me tacha peyorativamente de ser un “consumista”.
“Comunista” y “consumista” son palabras casi idénticas, al igual que los prejuicios que suelen despertar. Lo que algunos no comprenden es que la igualdad y desarrollo difícilmente pueden lograrse sin el consumo típico de Alasitas; los “lujos” que se encuentran en la Uyustus; o los múltiples feriados que inducen a visitar otros pueblos y ciudades. Sin estos “frívolos” mercados, tendríamos que inventarnos el Bono Turismo y el Bono Comerciantes para activar nuestra deprimida economía nacional.
Si algún poder lograse que se consumiese únicamente lo “básico”, y que abandonemos la urbe para adoptar una vida pastoral, seríamos igual que una plaga de langostas que arrasa con todo campo. El delicado equilibrio ecológico necesita de economías de escala; el equilibrio económico de una dosis de consumo; y el equilibrio social de un alto grado de auto-estima y compartir una misma identidad.
La unidad tal vez requiera de más que estribillos, y el espacio aquí es demasiado corto para armonizarlos. Sólo pretendía sugerir se subvencione unos cuantos músicos, con bombos y trompetas, para que asistan a los partidos de la selección boliviana. Algunos quisiéramos poder corear con mayor entusiasmo nuestro orgullo nacional. Si han de ejercer ingeniería social, entonces que el gran poder del Estado invierta en el trabajo de unos músicos profesionales, para que innoven nuestros monótonos, cansados e intermitentes cánticos de apoyo a la selección nacional.
Que ayude la pesada y visible mano alcanzar la excelencia, por lo menos en el ámbito de la competencia deportiva internacional. Así, seremos libres de también ventilar nuestras frustraciones y resentimiento sanamente - y con mayor pasión - en el Hernando Siles, y no sólo contra el consumo (que crea empleos), o las otras naciones bolivianas (que se supone hacen una sola). “¡Pan y circo!” gritarán los reaccionarios. Dudo que su nihilista anarco-nacionalismo – que nos atomiza en pastorales etnias y naciones - sea la mejor opción.
Flavio Machicado Teran
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