Cleopatra fue legendariamente bella. Su hermosura era evidente ante cualquiera con el privilegio de haberla mirado; una apreciación estética que no dependió de una mente sometida a los dictados comerciales del mercado. Pero como el mercado es repositorio de todos nuestros males, ahora los feos tenemos una clara justificación: la fealdad es un invento capitalista.
Otro mal social es el sometimiento de la mujer. Sin importar cuán agraciados sus atributos físicos, la historia de la humanidad es de opresión y discriminación hacia – indiscutiblemente – el más hermoso de los dos géneros. Con la controversia creada alrededor de la franquicia de Miss Universo y posible sede en Bolivia, existe una gran oportunidad de crear una alianza política entre feministas, socialistas y nosotros los físicamente no agraciados. Temo, sin embargo, que esta coalición solo apetece a los extremos más feos.
El debate sobre si debemos o no celebrar en suelo sub-andino a Miss Universo resulta ser muy complejo. Tal vez sería más fácil si paradojas de esta naturaleza no existiesen. La vida sería más sencilla. Pero sin las contradicciones que hacen la existencia, la vida humana sería también más pobre. Intentemos por ende dilucidar la paradoja, empezando por la naturaleza. Desde épocas remotas, antes de inventarse la publicidad, existían parámetros de belleza. Era evolutivamente necesario discriminar entre potenciales parejas, para así elegir aquella mejor apta para reproducir retoños sanos. Las caderas anchas y glándulas mamarias desarrolladas eran evidencia de salud física. La obsesión del hombre por senos grandes, por ende, no es un invento capitalista. Es vestigio de nuestro pasado primitivo.
De igual manera, las mujeres preferían hombros anchos y cuerpo fornido, porque eran atributos necesarios para garantizar un hogar duradero y protegido de amenazas diarias por parte de humanos y no-humanos por igual. Desde que existe civilización – sin embargo – nosotros los feos podemos (potencialmente) suplir nuestras deficiencias físicas con una abultada billetera. Estabilidad económica es – después de todo – otro importantísimo factor de supervivencia.
Hablando de estabilidad económica, es bien sabido que Bolivia tiene un gran potencial turístico. Nuestro desarrollo nacional ha de recibir un fuerte viento debajo de sus alas si Bolivia logra atraer un mayor número de visitantes, que desgraciadamente se quedan en Cuzco, a escasos kilómetros de nuestra frontera. Ante la posibilidad de mejor vender nuestra belleza, surge la gran ironía: ¿Cómo puede la “reserva moral de la humanidad” hacer eco comercial a uno de los mayores símbolos de la “decadencia” capitalista?
Para contestar, debemos establecer mejor algunas categorías. Nadie está obligado a ver Miss Universo. ¿No quiere contaminarse de la decadente belleza? ¡Apague su televisor! Una mujer no está obligada a entrar en un matrimonio, ni siquiera está obligada a gustar de hombres. ¿Quiere tener derecho de hacer con su cuerpo sexualmente lo que le venga en gana? ¡Pues no le quite el derecho de lucir el suyo a las demás! Es cierto que existen otros temas de género muchísimo más importantes que el derecho de desfilar sobre una pasarela. Pero ello no es argumento para privar a una mujer de una elección, por frívola que nos parezca a nosotros los más feos.
La inversión de 9 millones de dólares necesaria para que Bolivia sea anfitriona de Miss Universo palidece ante el valor publicitario que recibiríamos; sin mencionar los ingresos por concepto de gasto de las delegaciones, turismo y derechos de televisión, que superan de lejos la inversión. Si no queremos insultar el intelecto de la mujer, aprendamos a ser un poco más complejos en nuestro análisis de estas paradojas de la vida. Cientos de miles de mujeres viven del turismo. Sus vidas pudiesen ser más dignas si se da un salto cualitativo en la promoción de Bolivia como destino turístico. Nuestra naturaleza, cultura y mujeres son hermosas. Vergüenza debería darnos seguir siendo un país acomplejado.
El Gobierno de Evo Morales acierta en promover – por lo menos - este intercambio comercial, exponiendo al resto de la humanidad a la belleza de nuestra patria. Es una lástima que detractores de Miss Universo utilicen las tácticas desgastadas de satanizar e infundir miedo, con argumentos literalmente descabellados. Presentar una Bolivia digna, que recibe a sus huéspedes al otro lado de la alfombra roja, tan solo puede ayudar a promover nuestra herencia cultural; a la vez de honrar el derecho de la mujer de elegir por si misma su destino, libres precisamente de las manipulaciones ideológicas a las cuales pretenden someter a los demás – entre nosotros - los extremos más feos.
Flavio Machicado Terán
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