Monday, September 22, 2008

The Need for a Revolution

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Reivindicación X Decreto

Tarde o temprano los bandos entran en contacto, como si estuviesen destinados a resolver una disputa. A las disputas he de añadir una más: aquella entre pragmáticos de lo que “puede ser” y románticos de lo que “debería”. Tener un concepto de lo que “debería” es vital. En un mundo ideal, por ejemplo, los diversos bandos se complementan, en lugar de pretender eliminarse entre sí. La actual pugna – quiero creer - es entre distintas maneras de lograr un mismo objetivo. Por el bien de la nación, espero no ser inocente al asumir que compartimos un mismo ideal. Existe la posibilidad que la pugna se reduce a la redistribución de recursos que ya existen, y que no les interesa a las partes consensuar cómo continuar su creación. Pero si efectivamente compartimos objetivos, dicho consenso de ninguna manera implica que debamos coincidir en cómo, por ejemplo, mejor erradicar el racismo y descentralizar el aparato del Estado.

Los contrastes ideológicos son necesarios, debido a que es imposible llevar a cabo el ejercicio dialéctico que permite integrar aparentes contradicciones en una síntesis momentánea (con la cual se abren pequeñas brechas en el camino) si las posiciones son monolíticas, o producto de un estéril dogmatismo. Existe una diferencia, sin embargo, entre posturas radicales y asumir - sin fundamentalismos -una posición. Pero asumir una postura es necesario, un cotidiano homenaje a quienes ofrecieron su vida por un ideal de cómo deberíamos convivir los bolivianos.

No confiero a los pragmáticos dones especiales para resolver problemas, pero me defino como uno de ellos. La política, después de todo, es el “arte de lo posible”. Reconozco la contribución de mis hermanos utópicos, porque de no ser por su noble espíritu avanzaríamos hacia objetivos compartidos sin la iluminación que confiere soñar con utopías. Dejaré que sean los utópicos los que defiendan su postura. Yo me limitaré a hablar por los míos, aquellos que opinamos que las condiciones se crean desde abajo mediante la vibrante energía de la sociedad, y no se imponen desde arriba por la fuerza circunstancial del poder político.

Profundas transformaciones son necesarias. La premisa anterior no le confiere a los que se apropiaron del eslogan poderes mágicos o infalibilidad. La actual propuesta de CPE está lejos de ser consensuada, porque nunca fue realmente deliberada. Lo que demagógicamente se pretende es alimentar esperanzas simplemente decretando reivindicaciones etno-comunitarias, a la vez de asfixiar la capacidad de la sociedad de crear empleos, avanzar justicia y fomentar inversión. Es cierto que – con la excepción de Canadá y Noruega - todos los grandes productores de hidrocarburos tienen gobiernos centralistas y autocráticos. ¿Quiere decir que Bolivia debe arrodillarse ante el Estado, apostando su futuro a una fuente de energía que – tarde o temprano – ha de ser reemplazada por nuevas tecnologías?

La coyuntura actual ofrece grandes oportunidades de crear una Bolivia más justa, productiva y equitativa. Se ha destapado la corrupción partidista y arrogancia de una incompetente clase gobernante, que jamás expresó su convicción de acabar con el racismo, o descentralizar el poder del Estado, hasta que le resultó políticamente conveniente. Ahora existen mínimos consensos. Tarde o temprano los radicales tendrán que aceptar que lo posible es mejor opción que destruir la nación en nombre de ilusorias reivindicaciones de papel que, a este paso, perdurarán únicamente en su imaginación.

Flavio Machicado Teran

Sunday, September 14, 2008

Canguros en El Alto


En los últimos días han salido una serie de solicitadas en la prensa mostrando que el ex embajador de EEUU en Bolivia estuviera relacionado con los hechos acaecidos la semana pasada. Incluso se difundió un spot televisivo bastante largo, mostrando una serie de eventos que muestran que existió una correlación entre lo que paso y lo que hizo el ex embajador.

Un resumen de la solicitada que se publica en alminuto.com (aquí) en un sentido económico nos muestra que evidentemente existe un R2 (r cuadrado) mayor a 0.9 entre lo que paso en Bolivia y las acciones del ex embajador, lo que significa una alta correlación. Pero un momento, quien ha dicho que correlación implica causalidad. Es más en economía se debe tener mucho cuidado en interpretar las correlaciones, pues de ninguna manera significan causalidad.

Hay varios ejemplos que muestran distintos tipos de correlaciones, por ejemplo podría encontrarse talvez una correlación alta entre la tasa de desempleo en El Alto y la tasa de nacimiento de canguros en Australia. Esto de ninguna manera significa que el desempleo en El Alto aumente o disminuya porque hay más o menos canguros en Australia. Pues bien me parece que hay que tener el mismo cuidado con las noticias que se difunden.

A estas alturas ya es imposible pedirle responsabilidad al Gobierno, pero por lo menos a los medios de comunicación y sobretodo opinologos que en estas situaciones se reproducen como conejos, lo mínimo que se les puede pedir es responsabilidad al dar las noticias y vertir comentarios.

En fin, lo único que espero es que se llegue a algún acuerdo que evite más muertes y que permita que nos podamos abrazar entre kollas, cambas y chapacos, así como en la foto.

Sin Gracia

El ex-presidente Sánchez de Losada empezó su mandato utilizando su rodillo parlamentario para ejecutar vendettas personales. Nadie protestó, porque a nadie afectaba su abuso del poder. Luego, enfurecidos vecinos arrebataron las armas de soldados que circulaban en las afueras de Cota Cota, quemando su camión militar. Una vez más nadie protestó, porque todos estábamos aterrorizados. La arrogancia de Goni fue exacerbando al pueblo, un derrotero que fue alimentando la violencia. Como último recurso, el presidente constitucional utilizó las Fuerzas Armadas para detener un “golpe cívico- sindical”.

En lugar de un “monopolio” de la violencia, ahora tenemos varias sucursales, en un mercado libre de caos y terrorismo patrocinado por cívicos y Estado por igual. La sociedad civil – sin excepción - ha conferido legitimidad a la estrategia de enfrentamiento y violencia hacia el orden impuesto. Cuando el MAS era protagonista de dicha violencia, la estrategia era legítima. Ahora acusa a las masas de pretender asestar un golpe “cívico- prefectural”. La arrogancia del actual Gobierno es idéntica a la que ejerció Goni; la estrategia de los cívicos es idéntica a la que utilizó la que entonces era oposición. La diferencia es que las Fuerzas Armadas han sido acusadas de complicidad en un supuesto genocidio, reducida su misión a la ambigua orden de utilizar sus armas con templanza.

Después de octubre negro nadie se molestó en discutir las competencias de las FF.AA. El debate político se redujo a revanchismo político y demagogia, creando mayor ambigüedad en el deber de nuestro Ejército de proteger nuestro orden constitucional. Un vacío normativo es peligroso, porque ata las manos o permite cometer actos detestables. Tal fue el caso con la tortura durante el Gobierno de Bush. Irónicamente, su posible sucesor, John Mc Cain, fue torturado en Hanoi. El candidato a la presidencia norteamericana ahora reconoce que, al legitimar la tortura, su nación fue arrastrada a idéntica falta de decencia básica que su adversario.

La semana pasada el debate electoral en EE.UU. fue sobre lápiz labial en un cerdo. Una vez el polvo electoral se asiente, sus líderes definirán leyes y competencias que han de regir la conducta institucional, incluyendo la ilegalidad de la tortura. En contraste, aquí nadie se atreve siquiera opinar sobre las competencias de nuestra última línea de protección institucional: las FF.AA. En lugar de lineamientos que normen el ejercicio de su deber, la demagogia populista ha creado antecedentes que obligan a nuestros soldados observar una huelga de brazos caídos, sin entender exactamente cuál es su sagrada misión. La nueva orden de disparar a matar carece de un marco normativo que defina cómo o cuando utilizar fuerza mortal.

Bajo la carpa del permanente circo se pretende imponer “transformaciones profundas” en autocracia; a la vez de crear mercados expulsando; a la vez de dialogar provocando; a la vez de confundir el deber de los únicos capaces de protegernos del caos. La demagogia e infantil voluntarismo han alcanzado nuevos niveles de bufonería; los vacios políticos, constitucionales e institucionales han dejado al pueblo sin un orden legal. Utilizar el juguete del Estado para jugar a reivindicaciones por decreto despertó mucha esperanza y causó mucha gracia, especialmente en el extranjero. Pero el precio de seguir payaseando se ha vuelto demasiado alto; insistir en resolver la crisis pintándose la cara de rojo, amarillo y verde un patriotismo sin gracia y lleno de dolor.

Flavio Machicado Teran

Países Bajos

“Es más fácil crear un imperio que sostenerlo” decía Li Si al Primer Emperador de China para alentarlo. Para no preocuparlo, nunca le dijo que abandonarlo es igualmente complicado. Complicado fue para Bélgica cuando en 1960 decidió abandonar el Congo, una catastrófica transición que dividió al país, costándoles la vida a cien mil personas. Los Países Bajos, una potencia mundial durante La Edad de Oro Holandesa, tuvieron también que abandonar sus colonias en las Indias Orientales Neerlandesas. Aún “símbolo de la gloria comercial y marítima de Holanda” según Tony Judt, las islas se convirtieron en zona de conflicto el 17 de noviembre de 1945, cuando Sukarno informó al ejército holandés de 140,000 efectivos que Indonesia era por fin tierra soberana. Ahora le corresponde al siglo XXI anunciar a Rusia y EE.UU. que sus hegemonías han sido drásticamente transformadas. Intimidadas por el nuevo orden mundial, ambas naciones dan sus últimas pataleadas de ahogado.

¿Puede la familia de naciones impávidamente observar el ejercicio de violencia justificada por argumentos geopolíticos? ¡Ya no! El planeta ha sido transformado por la nueva tecnología, nuestros sentidos expandidos geométricamente gracias a la magia del ciber espacio. A su vez, también existe un lugar en la comunidad de naciones - y posibilidad de redención - para los que otrora fueron imperios. Ya no es suficiente condición, sin embargo, únicamente liberar súbditos. Quienes pretendan redimirse de su opresor pasado deberán también contribuir a liberar al ser humano, cualquiera fuesen sus cadenas.

Noruega, Dinamarca y los que fueron Países Bajos correctamente manifiestan su indignación ante un pasado europeo racista y colonial. Entienden la opresión, porque durante siglos ellos fueron el escenario de conflictos por diferencias étnicas y religiosas. Los holandeses enfrentaron su crisis gradualmente desarrollando un sistema político que luego fue codificado – entre otros - por Arend Lijphart. El sistema fue bautizado “consocionalismo”, una forma de gobierno diseñado para garantizar la participación de minorías y compartir el poder en sociedades pluralistas profundamente fragmentadas en grupos heterogéneos, para así permitir gobernabilidad democrática y cohesión social.

Los europeos del norte llegaron a Bolivia ansiosos de redimirse de su oscuro pasado colonialista, convencidos que ayudarnos trascender nuestras limitaciones cumpliría con tan noble objetivo. Sus ONGs deben estar llenas de profesionales en ramas sociales y culturalistas, con limitada comprensión de cómo sus naciones asignan eficientemente recursos. Sería necio de nuestra parte, por ende, suponerlos capaces de hacer a un lado el dolor que les provoca sus mecanizadas sociedades para compartir con nosotros su sabiduría económica, un aspecto de la convivencia social que debe ser en sus ONGs especialidad de una minoría.

No obstante esa limitación, creo que todo nórdico es capaz de anticipar las nefastas consecuencias de la imposición de una fuerza política - por muy “mayoritaria” - sobre los demás. Por experiencia propia, entienden perfectamente los peligros de la tiranía de la mayoría. Pero los que vienen a Bolivia parecen ser aquellos más desafectados por la modernidad, muy distraídos en la búsqueda de consuelo existencial codificando nuestras costumbres y tradiciones. Alegremente financiaron el cambio. Ahora, en lugar de realmente contribuir a que los bolivianos trasciendan sus bajos instintos, súbitamente se transforman en impávidos observadores de nuestro derrotero al abismo. Pareciera que abandonaron las Indias Orientales, solo para encontrar aquí sus conejillos de india. Su silencio es cómplice de la polarización política que “indirectamente” contribuyeron a crear, un golpe bajo moral e intelectual.

Flavio Machicado Teran

Tuesday, September 09, 2008

El Estado Imposible

La famosa tesis del Estado Imposible en Bolivia, para lo cual busque alguna referencia, pero no la encontré, parece verse plasmada en los hechos ocurridos hoy en Santa Cruz. Muchos se deben preguntar y sobretodo en el extranjero ¿cómo es que un presidente que tiene el 67% de aprobación (verificado mediante una votación ni siquiera una encuesta) no puede ejercer la presidencia en más de la mitad de un país? Y la respuesta es muy sencilla, hay un presidente con gran aprobación, pero no existe un Estado que lo sustente.

Cuando me refiero a Estado, me refiero al conjunto de instituciones que le permitan al Presidente primero y sobretodo poner orden en el país. Y cuando me refiero a instituciones, no me refiero a Policía, Ejercito, Juzgados, etc., esas serían organizaciones. Con instituciones me refiero a reglas de juego: Leyes explicitas, normas sociales, reglas de comportamiento, respeto, etc.

# Cuando se validan los bloqueos aduciendo que son por la lucha del pueblo, cualquier bloqueo es valido.
# Cuando se viola la constitución y luego se pide a los abogados que interpreten las leyes a beneficio de unos, cualquier violación de la constitución es valida.
# Cuando se obliga a los funcionarios públicos a asistir a eventos proselitistas y se les descuenta el salario para apoyar una causa “x”, cualquier causa “y” para movilizar gente es valida y se puede obligar a quien sea a que la apoye.
# Cuando a un conjunto de discapacitados se los puede tener un mes y mas durmiendo a la intemperie, porque se debería tener sensibilidad con gente que no es discapacitada.

Y así podríamos seguir dando ejemplos y concluir en algo que ya es evidente…en Bolivia el Estado no existe, lo liquidaron y lo liquidaron no los de ahora, sino todos los que jamás entendieron lo que es Bolivia y tampoco entenderán porque siempre estuvieron con la mente en ideologías importadas desde afuera.

Ojala se pare la violencia en Santa Cruz, como paceño y boliviano que soy me da mucha pena que se repitan los hechos de violencia que se vivieron en La Paz, en El Alto, en Cochabamba, en Chuquisaca, en Huanuni, etc. Y peor aún no exista humildad en nuestros gobernantes, como para darse cuenta que este no es el camino que hará de Bolivia una patria grande, unida y para todos.

Ablando al Otro

El espíritu humano iba a trascender de forma masiva en el siglo XXI. Lejos de habernos iluminado, somos un caldo de emociones negativas. La tecnología transformó el entorno material, perfeccionando la posibilidad de comunicarnos. El uno al otro como nunca antes ahora estamos conectados; ya nadie se queda sin la herramienta con la que puede hablar. Pero en lugar de dialogar, buscamos ablandar la resistencia del otro, obligándolo a aceptar que su “entendimiento” del bien vivir es incorrecto.

Dar la otra mejilla no quiere decir aceptar humillaciones, sino escuchar y entender al otro en sus propios términos. ¿Cuánto mejorarían nuestras relaciones si nos detuviésemos un segundo a ponernos en el lugar de los demás? Lejos de habernos liberado de nuestro egoísmo, somos un enjambre de inseguridades que se aferra al poder y control sobre nuestros más íntimos amores. La democracia transformó el entorno humano, confiriendo al pueblo libertad de expresión. Pero un grupo del otro sigue desconectado, cada bando en una jaula de narcisos que pretenden que sean los demás los que escuchen y se pongan en su lugar. Por ende, en lugar de coincidencias políticas o ideológicas, el proyecto de las tribus es ablandar la posición del otro, para imponer su control sobre el destino de una nación – o fracción - insufriblemente dividida.

Me pregunto si algún camba se pregunta cómo debe sentirse un kolla que considera que el sistema racista lo ha humillado y relegado a condición de ciudadano de segunda clase. Me pregunto si algún kolla se pregunta cómo debe sentirse un camba que considera que su fuente de empleo y bienestar de su familia corre peligro debido a políticas que espantan la inversión y desincentivan las exportaciones. Nadie escucha al otro, ni lo ve. Cada quien se enfoca en su propio dolor o angustia. Por lo menos nuestros líderes, sin embargo, deberían obligarse a meditar sobre lo que sienten los otros, aunque sea tan solo con la intención académica de realizar el ancestral ejercicio budista de observar la otredad.

Aunque tan solo con el objetivo político de avanzar su propio argumento, ¿no podría la media luna lanzar una rama de olivo comprometiéndose a ayudar remediar la lacra histórica del racismo? A su vez, ¿no podría el gobierno lanzar una rama de olivo exponiendo su voluntad de contribuir a la estrategia de expandir el mercado internacional para productos bolivianos? Tal vez para ambas partes realizar el argumento sea difícil, porque espetar “indio” parece ser aceptable sustituto de un argumento racional, a la vez que el dogma neo-nacionalista parece favorecer la geopolítica por encima de crear empleos.

Es predicar al viento sugerir mínimos puntos de coincidencia. No existe voluntad de aceptar dos principios irrefutables: debemos subsanar el racismo y subsanar el mercado. La descentralización ha de crear desarrollo, el desarrollo empleos, y ello permitirá eliminar la peor consecuencia del racismo: la pobreza. Pero la posibilidad de esa lógica se ha perdido, lo mismo que el espíritu de hablar. En el siglo XXI, lejos de la voluntad de diálogo o compromiso, lo que en Bolivia se impone son las ganas de ablandar.

Flavio Machicado Teran

Estúpida Ecología

Al padre del actual presidente Bush lo llamó “estúpido” y ganó la presidencia de EE.UU. Carismático y con gran don de la palabra, Bill Clinton entró a la Casa Blanca haciendo énfasis en la economía. Dieciséis años más tarde, por hacerse la burla de su sugerencia que inflar bien las llantas de un vehículo reduce su consumo de gasolina en 3%, Barak Obama llama a sus oponentes “ignorantes”. Otro tema electoral que evoca a “estúpido” - adjetivo protagonista del presente artículo - son aquellos que llevan a cabo la labor de pasillo para avanzar intereses particulares, conocidos como “lobbyists”. Estos cabilderos ejercen un derecho fundamental de la democracia: El derecho que tiene todo ciudadano, grupo de interés o corporación de solicitar al Gobierno una compensación por habérsele negado un derecho legal o causado una injusticia. Este derecho no es absoluto y el Gobierno no está obligado a conceder una audiencia a todo aquel que pretenda reclamar se rectifique una ilegalidad. Como suele suceder en todo tipo de diseño constitucional, los que ostentan el poder acaban teniendo más derechos que otros.

En Bolivia el poder que confiere favoritismos es un poder político. En EE.UU. el que resulta ser muy elocuente en ese sentido, su voz la más cristalina, es el dinero. Los cabilderos más efectivos, por ende, son aquellos que representan a grandes corporaciones. Sus profundas billeteras y donaciones a las campañas políticas de diputados y senadores abren puertas y afinan el oído de los que fueron elegidos para defender los intereses del pueblo. El pueblo norteamericano, sin embargo, está harto que su voz sea opacada por los intereses particulares de los capitanes de la industria. Ambos candidatos a la presidencia de EE.UU. han prometido limitar la influencia de los cabilderos privados. “Sus días están numerados”, exclama convencido John Mc Cain. Su contrincante en la izquierda, Barack Obama, le contesta señalando que el jefe de campaña de Mc Cain y varios en su equipo son los más grandes cabilderos de Washington. “¿John Mc Cain les va a decir a aquellos que manejan su campaña electoral que sus días en Washington están contados?”, pregunta retóricamente Obama. Agrega con gran saña, “¡Deben creer que ustedes son unos estúpidos!” La que resultó ser la estúpida, sin embargo, es la ecología.

Cuando Karl Marx pronosticaba el fin del capitalismo, nunca se imaginó que el desarrollo industrial pondría en peligro la existencia humana. Tampoco imaginó que el éxito económico del capitalismo engendraría una crisis existencial con el potencial de avanzar el designio humano de romper las cadenas de una embrutecedora sociedad de consumo mucho mejor que el conflicto de clases. La posibilidad de un nefasto y catastrófico destino compartido, después de todo, es mucho más efectiva en amalgamar a los diferentes grupos sociales, que apelar a una conciencia sectorial. En la medida que el imperativo del permanente crecimiento industrial del capitalismo requiere reproducir autómatas con insaciable apetito de juguetes electrónicos, ciegamente dirigidos al abismo del calentamiento global, los días del capitalismo también están numerados. Es decir, Marx no pudo anticipar el potencial revolucionario de una conciencia humana – no de “clase” – que impulse al ser humano a tomar control del aparato productivo, eliminando la propiedad privada industrial no en nombre de la justicia social, sino de la supervivencia física del planeta. Una vez que el imperativo ecológico haya derrotado el aparato industrial militar, nuestra especie podrá por fin marchar jubilosa hacia un mundo sin jerarquías, en perfecta armonía con la madre Tierra. Pero en lugar de ser cómplice de la liberación humana, resulta que la ecología se está convirtiendo en la mejor aliada de la economía de mercado.

El olor del desarrollo industrial del siglo XX es a carbono quemado, ya sea en las eternas carreteras de asfalto, o los desechos que escupe el mayor objeto del deseo de consumo y nuestra más cotizada pertenencia. El automóvil - y las redes viales que fueron a la vez conductos de sangre y sistema nervioso de la sociedad - son el icono de la modernidad y su más trascendental mercancía. Sin el vehículo el milagro económico de la post guerra jamás hubiese sido posible. Alemanes y japoneses mantuvieron intactas estructuras fascistas en sus economías, una complicidad entre Estado y empresas estratégicas fabricantes de automóviles, para invertir en investigación y desarrollo de tecnologías que permitieron avanzar sus aparatos industriales, importando acero para luego exportarlo con gran valor agregado.

Los EE.UU. son los que más combustibles fósiles han quemado en la historia. Sus grandes Hummers son símbolo de opulencia y total indiferencia a la “huella fósil” que dejan sobre el planeta aquellos que tienen más poder y menos conciencia. Parecía que la madre Tierra, mediante su hija favorita, la ecología, por fin castigaría a la codicia y lujuria de consumo desenfrenada de los cerdos capitalistas. La industria norteamericana de Detroit parecía destinada a seguir el mismo destino que los microorganismos que proporcionaron hace millones de años la materia prima con el cual se impulsa estos monstros cuadrados de metal. El precio de la gasolina subió abruptamente, poniendo nervioso a los mercados y ciudadanos por igual. Debido a que los grandes vehículos consumen este precioso bien cual alcohólico de vacaciones en el Caribe, se ha precipitado la crisis más profunda jamás experimentada por la industria automotriz norteamericana. ¡Dulce venganza!

Pero algo sucedió en camino a la redención humana. La ecología, en lugar de aliarse a nosotros los desafectados por la metalizada modernidad, prefirió apostar a las leyes del mercado. Con el conocimiento básico hecho público en Google y armados de poderosas computadoras, en lugar de ingenieros en Toyota y Volkswagen desarrollando cada vez mejores automóviles, ahora existen cientos de miles de individuos que afanadamente intentan desarrollar las tecnologías y motores del futuro. Teorías de conspiración de “quién mató al coche eléctrico” a un lado, la seguridad nacional de los EE.UU. ahora depende de su seguridad energética. Lo peor de todo es que independizarse del yugo de Irán y Venezuela ahora no sólo es una manera de proteger su economía, sino que resulta también ser el alba de la nueva revolución industrial: La era de la tecnología energética.

Los chinos se quejan amargamente que los norteamericanos tuvieron 120 años para contaminar el planeta, por lo que ahora les corresponde el turno. Thomas Friedman se jacta de encrespar primero al intérprete y luego al interlocutor cuando les contesta, “ensucien todo lo que quieran. En menos de una década les venderemos la tecnología que les permita nuevamente respirar”. Una de las características de una economía de mercado es que asigna recursos en respuesta a incentivos reales, y no a la gran imaginación o poderes clarividentes de los gobernantes. Las nuevas tecnologías ecológicas están siendo desarrolladas en este preciso instante. En un abrir y cerrar de ojos – evolutivamente hablando – tendremos motores a los que deberán añadirles ruido (similar a añadir olor para identificar escapes de gas) para evitar que los ciegos sean atropellados intentando cruzar la calle.

Transformar la flotilla actual de vehículos a coches inteligentes que utilicen las fuentes de energía del futuro representa un gran negocio. Aquella nación que primero desarrolle motores de hidrogeno, eléctricos, energía solar o de viento eficientes, a la vez de mejores reactores nucleares para vendérselos (entre otros) a Irán, será líder de la nueva revolución industrial. En lugar del apocalipsis del capitalismo, con una gloriosa transición a una economía provincial y autárquica que elimine no sólo la sociedad de consumo, sino miles de millones de seres humanos que han plagado inútilmente el planeta, tendremos una nueva post guerra, sin fundamentalismos religiosos, terrorismo o hambruna generalizada. En lugar de destruir el capitalismo, la ecología se ha de encargar de encontrar un equilibrio entre mercado y Estado, con los gobiernos de naciones industrializadas colaborando con el sector privado para desarrollar energías verdes. En lugar de una utopía centralizada que nos libere de nuestros bajos apetitos, tendremos una era de crecimiento económico y prosperidad jamás vista en la historia de la humanidad. En lugar de cabilderos en Washington luchando por el coche eléctrico, la ecología ha de utilizar las fuerzas del mercado para desatar una verde revolución. ¡Estúpida ecología!

Flavio Machicado Teran

Tuesday, September 02, 2008

La Virginidad

Después de un fin de semana donde no pude dejar de pensar en que si se llegará a realizar ese mendigo referendum para aprobar la Nueva Constitución Política del Estado, estaríamos ahí si en un esquema absolutamente totalitario, ayer en la noche el señor Exeni me devolvió la confianza de que todavía existen en Bolivia las instituciones.

Sin ser abogado, el sentido común me dice que, una decisión tan importante como es la de aprobar una nueva Constitución, lo menos que podía tener era una Ley que llame a referéndum, pero más que eso si en una anterior oportunidad la Corte Nacional Electoral había pedido una Ley, ahora no podía dejar de hacer lo mismo, pues de lo contrario iba a actuar de una manera dinámicamente inconsistente (como decimos los economistas).

Y el problema de inconsistencia dinámica es muy grave pues destruye la credibilidad entre otros costos adicionales. Cualquier institución u organización que quiera preservar su credibilidad, en el largo plazo, como el valor más importante, debe actuar consistentemente, aún así en el corto plazo existan incentivos para actuar inconsistentemente. Esta lección, los políticos obviamente jamás la entendieron y jamás la entenderán.

Finalmente se preguntaran que tiene que ver el título del post con lo que acabo de decir. Pues bien me acorde de algo que escuche en un canal de televisión Argentino cuando hablaban del Instituto Nacional de Estadísticas de ese país, que como todos saben es el ejemplo de cómo engañar con las estadísticas y decían: La credibilidad es como la virginidad, una vez que se la pierde no se la recupera nunca más.